Junio de 1984

Hace poco más de 37 años, un grupo importante de académicos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Concepción nos reuníamos en la sede del Colegio de Ingenieros, conmovidos por la muerte de nuestro estudiante Caupolicán Inostroza, por causa de un proyectil disparado por Carabineros, en el estacionamiento del campus ubicado frente a lo que hoy es la rectoría en medio de una movilización estudiantil.

Era fines de marzo de 1984. Recuerdo que era un grupo diverso de académicos de distintos pensamientos y opciones políticas. Estábamos conmovidos, pero al mismo tiempo decididos a levantar la voz firme y clara para movilizarnos en defensa de la dignidad de los universitarios y colaborar a poner fin al estado de cosas: es decir a la intervención de los rectores delegados en la universidad y, teniendo claro, que ello requeriría más temprano que tarde democracia y no más dictadura.

Fue justamente el 20 de junio de 1984 que en el Diario Oficial se publicó:

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 Y nació así la primera Asociación Gremial de Académicos de la Universidad de Concepción.

Es importante destacar que nuestro principal objetivo quedó formulado como "representar a los académicos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Concepción que la integran ante las autoridades y la comunidad  universitaria en lo relativo a formulación de proyectos y proposición de soluciones que incidan en la problemática general de la Facultad y de la Universidad...".

Pues bien, el principal problema de la UdeC era la intervención del gobierno a través de los llamados rectores delegados y la permanente persecución y represión a los miembros de la comunidad universitaria con graves violaciones a los derechos humanos cuya causa era la falta de democracia y la dictadura militar a nivel país.

Iniciamos así un camino que prendió rápidamente. Similar proceso se daba en paralelo en la Universidad de Chile y rápidamente esta forma de organización académica se extendió a la mayor parte de las universidades del país. En el caso de la Universidad de Concepción, otras asociaciones gremiales se organizaron en diversas facultades y rápidamente dimos forma de hecho a la Federación Gremial de Académicos que representó a la gran mayoría de académicos de la universidad.

A nivel nacional surgió el Comité Coordinador Nacional de Asociaciones de Académicos que fue el referente para coordinar y estimular de manera solidaria la lucha de los académicos del país.

Iniciamos así, hace justamente 37 años, un camino de lucha que llevó a muchos de nosotros a apartarnos de la misión tradicional del académico, a postergar nuestra carrera académica, y a asumir crecientemente un rol gremial y político, tal vez inédito en la historia nacional.

Trabajamos codo a codo con los estudiantes para ayudarlos a reconstruir su propia organización. Así en 1986, renacía la gloriosa Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC), y se sumaron a esta movilización conjunta los sindicatos de funcionarios.

Ese año, pudimos en marzo paralizar la Universidad de Concepción y revertir la exoneración que nos afectó junto a otros 4 académicos y más de 260 dirigentes estudiantiles y el régimen debió hacer renunciar a su rector delegado, el último militar que ocupó dicha función, la que sin embargo se mantuvo hasta marzo de 1990 gracias a académicos que aceptaron colaborar en esa función "para defender la universidad".

En todas las universidades pudimos detener las exoneraciones masivas que con el pretexto de "racionalizaciones de tipo económico" afectaban todos los veranos a académicos, estudiantes y funcionarios. Como lo mandataba el objetivo principal de nuestra creación, fuimos actores relevantes de todas las instancias sociales y políticas que se crearon y movilizaron para poner fin a la dictadura y alcanzar una plena democracia.

Estuvimos en la Asamblea de la Civilidad, en el Comité por las Elecciones Libres y en el Comité por el NO aportando una convicción relevante e intransable: que era posible movilizarse decididamente y estar en las calles sin recurrir a la violencia armada.

Muchos de los académicos que estuvieron en primera línea hoy han fallecido y los recuerdo con emoción y afecto. Otros asumimos funciones académicas en distintos niveles de autoridad para contribuir a una normalización y democratización de la vida universitaria, eligiendo Rectores con el voto de los académicos.

Muchos retomaron sus funciones académicas.

En particular, recuerdo que dejé la presidencia del Comité Coordinador de Asociaciones de Académicos en junio de 1990, cuando el gobierno del Presidente Aylwin, mediante un decreto de insistencia logró la renuncia de una docente de la Universidad de Playa Ancha, quien fue la última rectora delegada que en forma contumaz se negaba a dejar el cargo, para asumir la Dirección de Asuntos Internacionales de la Universidad de Concepción.

Es imposible en una columna de opinión hacer un recuento de este periodo.

Me pareció, sin embargo, que esta fecha me permite poner en valor el testimonio de cientos de académicos, estudiantes y funcionarios que fueron fundamentales en la recuperación de la democracia y frente a los cuales las universidades, y porque no la sociedad chilena, no han sido capaces de concretar acciones o símbolos que importen el verdadero reconocimiento que se merecen.

Especialmente, me parece necesario que puedan leer estas líneas, justamente dirigentes universitarios estudiantiles, surgidos de movilizaciones en democracia con riesgos infinitamente menores que los de dicho periodo afortunadamente para ellos, que se han incorporado a partidos tradicionales o creado alguno, y que parecen creer que la historia nace con ellos. Incluso, recientemente, con llamados a "borrar" lo que otros construimos para que, justamente, pensar un nuevo Chile sea hoy posible.

Formo parte de los "viejos" que porfiadamente seguimos trabajando por universidades que sirvan realmente los intereses del país, por un desarrollo humano verdaderamente inclusivo que supere al neoliberalismo que idolatra al mercado, por respeto a nuestros territorios y a nuestros pueblos originarios, y que tenemos un testimonio que nos hace respetar a todos los actores políticos, los de la vieja y la nueva guardia, pero que no reconocemos en este campo superioridad moral a ninguno.

Porque justamente en la universidad nos organizamos con todos y para todos sin exclusiones. Y por ello, con ese testimonio, trabajamos en las organizaciones políticas que he referido. Fue desde allí que se construyeron formas de "unidad social y política del pueblo" que hoy se echan de menos cuando se trata de echar las bases de un nuevo Chile: unidad sin exclusiones, pero unidad que respeta la diversidad.

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