La encrucijada de la Constituyente

Nadie podría suponer que la construcción de una nueva Constitución sería una tarea fácil y que desde su origen dejaría totalmente satisfecho a todos, pero sí requiere de una amplia mayoría nacional. El juego de algunos le ha hecho un pésimo favor a ésta, cayendo en ineficiencias que hoy pasan la cuenta.

No es menor el que de la Comisión de Medio Ambiente solo se haya aprobado el 15% de lo presentado, solo 6 de 40, y al final sólo un inciso. Hace unos días pasó algo similar con los 50 artículos de derechos fundamentales, donde sólo se aprobaron 14, pero lo que parece ya un despropósito es que de la Comisión de Sistemas Políticos el 97% de lo presentado se rechazara: 93 de 96 artículos. Algunos rechazados por todos, incluso por los mismos miembros da le comisión.

Ante el país parece una falta de seriedad y rigurosidad, más allá de explicaciones que solo agravan la falta. Pero ¿dónde está el problema?

Está en el reglamento, que -a pesar del tiempo dedicado- dejó un tremendo forado, al establecer que en las comisiones se aprueba todo por simple mayoría y en la asamblea general por 2/3. Ello significa que en las comisiones no se trabaja en la búsqueda de acuerdos, sino que la mayoría pasa su aplanadora, pero ésta no es la opinión de todos y lejos la de la mayoría de los ciudadanos del país. Siendo así, el cuello de botella se da en la asamblea, allí es donde recién se constata la realidad del apoyo convencional y donde se deben establecer los acuerdos, pero solo para una segunda vuelta.

Lamentablemente los gustos y lujitos que algunos quieren darse, el querer hacer una Constitución súper abarcadora, con materias que por lo general son parte de una ley y no de un texto fundamental, junto a esta falta de prolijidad, está afectando duramente los tiempos y se habla de pedir prórroga.

Parece insostenible y muy difícil que sea aprobada esa prórroga, cuando no se requiere sólo por la complejidad del trabajo en desarrollo, sino por sus propias y graves pérdidas de tiempo. Al final, siempre los gustitos se pagan y hoy se hace a costa de un tremendo esfuerzo de todos los constituyentes en jornadas maratónicas.

Parece evidente hoy que hizo falta esa jornada de reflexión que propuso Agustín Squella al inicio del debate constitucional y que no fue escuchado.

Elaborar una nueva Constitución es complejo, demasiado grande e importante. Es un trabajo que se debe a los deseos de la mayoría del país y no a intereses de grupos o gustitos egocéntricos.

Al respecto cabe hacer presente datos de encuestas, que son una radiografía temporal de la realidad. Según el sondeo Pulso Ciudadano, realizado por Activa, en la primera quincena de marzo el 55% tiene mucha y mediana confianza en el proceso constitucional, mientras que alrededor del 44% tiene nada o poca confianza. Por su parte, Cadem del 21 de marzo señaló que la disposición a aprobar es del 46%, mientras un 33% rechaza y 21% que no sabe o no responde.

Una nueva Constitución que sea aprobada solo por una mayoría tendrá problemas en su legitimidad y según ambas encuestas estamos cerca de ello.

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