La persistencia de Sísifo o las modernizaciones del Congreso Nacional

“Los dioses habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.”El Mito de Sísifo.(Albert Camus).                                                                   

                                                 

La proliferación de proyectos modernizadores del Congreso Nacional obliga a recordar que al anunciarse el crepúsculo de las dictaduras a fines del siglo pasado y el renacimiento de la democracia en el continente, se prescribió como condición para su supervivencia el fortalecimiento de las asambleas legislativas. Así, los congresos debían, además de robustecer la representación ciudadana, abrir las puertas a las nuevas tecnologías, adecuar sus procedimientos a la prometedora carretera de la información y alentar a los tecnócratas para que, desbrozando el camino de la política, abrieran las puertas a las políticas públicas.

A la receta se le llamó modernización parlamentaria y en Chile, como en otros países latinoamericanos, desde 1990 se anunció no una sino varias modernizaciones, a las que se unieron numerosas mociones de congresistas para enmendar la ley orgánica del Congreso o la propia constitución política para conseguirlas.

Sin embargo sería injusto aludir al personaje de la Odisea para calificar como inútiles a las modernizaciones anunciadas, aún cuando nunca se hayan evaluado sus resultados, pero es inevitable señalar que éstas han respondido a situaciones coyunturales, contradiciendo la opinión generalizada que sugiere que una efectiva modernización, para ser eficaz, debería evaluar a la totalidad de las funciones de las asambleas legislativas.

El primer proyecto de modernización de 1992 ya advertía, en sus conclusiones cinco años después, los obstáculos encontrados para llevarlo a cabo,

“…Por su parte, parecía inviable actuar en el rediseño de la organización, sus modos de gestión o en la formulación de objetivos, metas, indicadores y evaluación de los distintos procesos de trabajo que se dan en el seno de la corporación, tanto porque no radicaba en ellos la noción de urgencia, tanto porque depende tal intervención más de consideraciones y decisiones de las autoridades políticas y no necesariamente de propuestas técnicas externas.”.

Quince años más tarde un informe conjunto de la Unión Interparlamentaria y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo apuntaba nuevamente a la naturaleza de los problemas para modernizar las asambleas legislativas.

“….En muchos parlamentos, y quizás en la mayoría de ellos, la capacidad de implementar los cambios necesarios se ve obstaculizada por la falta de coordinación, estrategia y organización. Antes bien, el cambio ha tendido a ocurrir de manera improvisada, como una serie de medidas dispersas, en lugar de estar guiadas por un conjunto de objetivos generales”.

Esta opinión ha sido compartida no solo por organismos internacionales, sino también por los propios parlamentarios. En 2010 quien fuera Presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Álvarez, manifestaba en una entrevista a Ciper Chile.“...Para eso estamos haciendo los cambios, porque es correcto decir que todo el mecanismo y sistema de administración de la Cámara y del Senado requieren urgente de una reingeniería completa. Primero del sistema; segundo, de recursos humanos, y que nunca más los diputados participen de esas decisiones; y tercero, el control y de todas maneras externo.”

En términos parecidos se expresaba en 2012 la entonces diputada Adriana Muñoz, ex Presidenta de la Cámara y actual senadora, en un seminario sobre comunicación y representación parlamentaria, al referirse a los cambios que buscaban revertir la desconfianza y mejorar la comunicación con la ciudadanía.

“Ha sido un proceso no fácil porque el cambio de las organizaciones humanas es difícil. Desde 2002 iniciamos el intento de modificar un poco el engranaje institucional de la Cámara de Diputados que ha venido haciéndose muy lentamente y sin una visión y un plan de desarrollo estratégico de la Corporación.”.

Los factores aludidos, la necesidad de percibir la modernización de los parlamentos como un ajuste sistémico de la función parlamentaria y la necesaria enmienda de las conductas de los actores principales ya habían sido advertidos por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en el 2000.

“Un cambio institucional cabal requiere no solo de la voluntad temprana de altos funcionarios sino también el apoyo de parlamentarios, funcionarios y grupos políticos. El apoyo de los principales agentes políticos contribuirá a la reducción de la vulnerabilidad de los esfuerzos por los cambios.”.

Cabe agregar además, como suele suceder con los grandes proyectos, que los itinerarios nunca están libres de obstáculos coetáneos que no les son ajenos.

En este caso el debilitamiento de las instituciones, entre ellas los congresos, los partidos y la participación ciudadana han obligado a repensar la representación política.

Las nuevas tecnologías, como las antiguas, a veces han producido efectos impensados o contradictorios; pronto se descubre que, en realidad, lo más importante no es tanto la información como el conocimiento y que las políticas públicas son, casi siempre, políticas.

Desde los tiempos de Homero no se ha podido desvelar cuál de todos los motivos llevó a los dioses del Olimpo a imponer a Sísifo el trabajo infructuoso como castigo eterno.

Algunos aluden a la astucia de Sísifo o a su crueldad, o el haber engrillado a Tánatos, dios de la muerte.

Quizás los infortunios de las numerosas modernizaciones del Congreso Nacional obedezcan, como en el caso de Sísifo, no a uno sino a todos los obstáculos que en algún momento las han entorpecido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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