Las insalvables contradicciones de Piñera

Notoriamente aproblemado por el bajón de la economía y la impopularidad generada por sus errores, como la presencia de sus hijos empresarios en la comitiva oficial a China y la repercusión del no pago por 30 años de contribuciones de su residencia del lago Caburgua, la Cuenta Presidencial de este 1 de Junio tuvo un objetivo de impacto comunicacional que la desvirtuó totalmente.

Asimismo, el objetivo de tener más “ratting” dejó las tradiciones de lado y Piñera obtuvo lo que quiso: la simbólica Cuenta Pública se entregó en horario “prime” y el mandatario, en su lectura, estuvo más preocupado del teleprompter que del sentido republicano de informar sobre “el Estado de la nación”.

Lo qué dijo se esperaba, auto alabanzas inexactas y cifras en que mezclan datos de gobiernos anteriores con los escuálidos números de su actual gestión. Un discurso para ajustar a la medida el balance de la situación nacional, arrogarse méritos ajenos y adornar un resultado deficiente en lo económico y deplorable en lo social.

En su exaltación Piñera habla de obras que hace rato están construidas y da por hechas otras que se demorarán 10 o más años en terminarse. De los costos no se informa, pero el déficit fiscal aumenta anuncio tras anuncio y aún así quiere bajar mil millones de dólares a los consorcios financieros, a través de la reforma tributaria que exige sea aprobada en el Congreso Nacional.

Los resguardos y controles financieros y de calidad deben existir para que parientes solícitos o amigos entusiastas no se aprovechen y cobren tres o cuatro veces el valor real de las distintas obras o que sus deficiencias de construcción las hagan inservibles en poco tiempo.

Incluso, ya es público como en el caso del proyecto del tren rápido a Valparaiso, los consorcios financieros interesados plantean tarifas, aportes y garantías estatales que ratifican sus apetitos fuera de control, ante lo que no cabe más que la alerta ciudadana para que esas obras de bien común no sean simples mecanismos de ganancias fáciles para unos cuantos. Por eso, que el alegato presidencial contra el papeleo “burocrático”, no se justifica.

En todo caso, sin reconocerlo, Piñera debe recurrir sin la planificación necesaria a las obras de infraestructura para responder a la baja de la economía, pero el mercantilismo que le guía evitará toda afirmación que vaya a sincerar las cifras de la desaceleración económica y aceptar que el mercado actúa allí donde hay ganancias y no donde el interés nacional lo requiere.

Ahora bien, la “parte” política es la más característica del doble estándar y la egolatría. El gobernante intenta “vestirse” con los logros de los gobiernos de la Concertación y pasar de contrabando la idea que fue lo que no fue, es decir, un activo promotor del retorno a la democracia, proceso político y social en el que desea dar la idea de haber jugado algún rol ficticio. 

Pero, no contento con vestirse con ropa ajena, siguió su práctica de atacar y denostar a la oposición, y al mismo tiempo levantar la bandera de la unidad, un doble discurso sencillamente inmanejable; no cabe duda que esa retórica le conduce a un callejón sin salida, aunque le sea útil como recurso mediático.

Naturalmente, la cuenta presidencial incluyó un anuncio “bombástico”, no podía ser otro que disminuir el número de parlamentarios en ambas Cámaras del Congreso Nacional, así se conectó con el impulso más visceral y primitivo del populismo de la ultraderecha.

A Piñera no le pesa que su fórmula perjudique a su propio partido, RN, el mismo que en su momento propuso 138 diputados y no 120, como dijo Piñera, que cae en la vieja practica de intentar la desarticulación de la política con fines de corto alcance.

Esta propuesta quiere utilizar el descrédito del Parlamento que algunos congresistas han agravado en los últimos años con privilegios irritantes y la aprobación de iniciativas muy desafortunadas como la del cambio de los medidores eléctricos con cargo a los consumidores. Así, usando esa imagen deteriorada como telón de fondo, el gobernante logró aplausos fáciles, rápidos, pero oportunistas o inconscientes.

Además, los excesos verbales de conocidos parlamentarios han ido en aumento, entre ellos tuvo un rol estelar el exabrupto de la Presidenta de la UDI, la que embistió rudamente contra quienes piensan que la dieta de los congresistas debe reducirse tratándolos de “patipelaos”, reflejando así su irrefrenable desprecio hacia sus propios electores que en buen número rechazan esas abultadas “dietas”; esa descalificación quedará grabada en la galería de los despropósitos del último tiempo.

Hay que reducir el gasto por parlamentario y acercar el Congreso Nacional a la ciudadanía con una cifra de legisladores que evite su encierro solo en las sesiones en Valparaíso y asegure una mínima presencia en las organizaciones sociales y con las comunidades en sus territorios y no hacer de ellos una élite mínima, tan disminuida, que será inviable su labor en la base social.

Mención aparte requiere el capítulo relativo al acuerdo entre la Democracia Cristina y el gobierno que permitió la aprobación en general del proyecto de Piñera, para reformar al sistema de pensiones.

La Cuenta Pública confirmó que pretende un mecanismo para integrar los grupos financieros que dirigen el sector a la administración del aumento de 4% en el ahorro previsional, dejando mal parados a los negociadores de la DC, que le dieron la aprobación legislativa. La aclaración posterior sobre la materia, en rigor no aclaró nada.

Está claro que a Piñera le afecta mucho más el enojo empresarial que la rabia DC. El tema quedó pendiente.

En todo caso, si quiere hablar de reformas políticas tiene que hacerlo en serio, son muchos los temas constitucionales pendientes, tantos que sigue vigente la aspiración de una nueva Constitución para Chile.

La derecha lo rechaza y gobierna, por eso, Piñera debe clarificar que pretende, así como la oposición tendría que avanzar en una propuesta común, de modo que su mayoría en el Congreso Nacional adquiera una fuerza efectiva. Lo esencial es que ajustes “ratones” a la Constitución no valen la pena porque no son lo que Chile requiere.

Para rehacer un clima de respeto, Piñera tiene que dejar ese estilo de agresivo y antojadizo atacante hacia quienes piensan distinto, rectificar su planteamiento y asumir que se dialoga con interlocutores que opinan diferente, que no pueden ser mandoneados como si fuesen incondicionales porque no lo son.

Respeta y serás respetado, esa es la clave que tendrá que aprender, junto a parte de quienes le apoyan.

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