Los infiltrados de la Convención Constitucional

El pueblo de Chile habló, quiere una nueva Constitución, popular y democrática, no una que contenga vestigios antidemocráticos de la Constitución de Pinochet; menos aún que contenga lastres del republicanismo portaliano, impuesto por los pelucones en el siglo XIX y sostenido por la derecha latifundista y empresarial hasta nuestros días.

El resultado de la elección de los convencionistas así lo demuestra, aunque El Mercurio y la derecha pretendan lo contrario. La derecha, desde un principio se opuso a una nueva Constitución, y tras el triunfo del Apruebo se la jugó por participar sólo para conquistar los dos tercios de la asamblea y así poder bloquear cualquier artículo democrático que pusiera en peligro sus privilegios, conseguidos a sangre, fuego y explotación de los trabajadores. Pero fracasó, su poder de veto no existe, son minoría en la convención. Ante esto, por intermedio de El Mercurio y la TV, tratan de levantar el discurso de los acuerdos, insistiendo que la ciudadanía (no les gusta la palabra pueblo, los eriza), votó por los acuerdos.

Es decir, que entre los partidos (tradicionales y sus cúpulas se entiende) se llegue a consenso de lo que debe decir la nueva Constitución, lo que resulta una sinvergüenzura mayor. Están derrotados y aun así creen que pueden imponer condiciones. Aquí solo cabe una cosa, aislar a los convencionistas de la derecha, cualquier acuerdo con ellos, por mínimo que sea, sería una traición a los votantes, que eligieron mayoritariamente a quienes consideraron representantes reales del pueblo. La convención no puede caer en lo mismo que la Concertación, que con sus cuatro presidentes se dedicó a vivir en concomitancia con la derecha, embaucando sostenidamente a los votantes y aumentando los privilegios del empresariado. Los hechos de la causa, en ese sentido, son contundentes.

Gracias al sistema de elecciones y a un porcentaje de electores que no asistió a votar, producto de su desconfianza y cansados de las mentiras, la derecha obtuvo alrededor del 21% de los escaños, infiltrándose en una convención que rechazó desde un principio. Entre estos infiltrados se encuentran personajes oscuros ligados fuertemente al pinochetismo, y, por lo tanto, cómplices de las violaciones a los derechos humanos. Todo militante político que defiende la dictadura es cómplice de las violaciones a los derechos humanos, no cabe otra lectura.

Entre estos personajes, por ejemplo, sobresalen el ex almirante Jorge Arancibia, negacionista y adulador acérrimo del dictador; Marcela Cubillos, rostro emblemático de la oligarquía criolla, cuyo discurso se sustenta en el cinismo y la perversidad; Teresa Marinovic, una "influencer" vociferante y anticomunista desquiciada, representante de la "intelectualidad" fascista. También existen rostros venidos de la televisión, como Bernardo de la Maza y Bárbara Rebolledo, que en el lenguaje popular son definidos como "gomas" de los anteriores.

Por otro lado, se debe tener en cuenta la peligrosidad que pudiera representar, para organizar una Constitución como el pueblo clama y exige, el comportamiento que tendrán en la convención los representantes de la Concertación (PPD, DC, PL, PS, PRO, PR), sobre todo el PPD Felipe Harboe y el DC Fuad Chahín, acostumbrados a dar la contra a sus electores.

Las fuerzas populares de la convención deben imponer su mayoría, y de una vez por todas dar al país una Constitución que ponga las cosas en su lugar, formalizando un contrato social que garantice un Estado perteneciente a todos los chilenos, no a una minoría siniestra que se ha apropiado del país y de sus riquezas naturales. El pueblo debe permanecer atento y movilizado, monitorear el desarrollo de la convención, pues los convencionistas son representantes del soberano, no de ellos mismos. Una buena señal sería que la convención publique las actas de cada sesión y abra un canal donde el pueblo pueda hacer llegar sus observaciones y propuestas. O sea, comenzar correctamente, demostrando transparencia. Digo esto porque, en la actualidad, el Artículo 4. Capítulo 1 de la Constitución dice: "Chile es una república democrática".

Claro, pero ¿de qué democracia hablamos? Abstracta e incluso tramposa la definición. Debería decir "Chile es una República Democrática, cuya democracia se define como el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Su ejercicio se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas y, también, por las autoridades que esta Constitución establece, en particular la Asamblea Nacional Legislativa. Ningún sector del pueblo ni individuo alguno puede atribuirse su ejercicio".

El Senado y Cámara de Diputados deben sí o sí ser reemplazados por un Poder Legislativo unicameral. Las cartas están jugadas, y la nueva Constitución debe ser la escalera real del pueblo.

PD: Si algún lingüista, o experto constitucionalista, hace hincapié en que usé demasiado la palabra pueblo, lo lamento, pueblo somos y pueblo moriremos.

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