Matrimonio Homosexual

Mi abuela desayunó hoy muy temprano. Según me comentó, se debía juntar con sus amigas a fabricar unas pancartas para la manifestación contra HidroAysén. Tenía que hacer 22 (4 para sus amigas, una para ella y 17 para sus bisnietos).

Me contó, algo afectada, que sólo 17 de sus 18 bisnietos asistirán a la manifestación.

Hizo una pausa y me acompañó mientras tomaba mi leche con salvado de avena. Siempre he pensado que es bueno desayunar en compañía, aún cuando sea en silencio.

Estábamos leyendo nuestros respectivos periódicos, cuando me miró y me preguntó: ¿Qué opinas del matrimonio homosexual?

Aquí no cabe que le diga que estudiaré el tema para contestarle luego, ella no me lo permitiría. Guardé silencio unos segundos... (siempre es bueno ya que ella no puede controlarse y emite juicios sobre lo que ha preguntado).

¿Tú crees que ser homosexual es anti natural como dicen algunos parlamentarios?, ¿tú crees que es suficiente con establecer un contrato comercial que vele por los temas patrimoniales?, ¿tú crees que es anormal ser homosexual?

De inmediato concluí que no llegaría a mi oficina a mi hora habitual. Miré mi agenda y comprobé que podía atrasarme, escribí un correo a mi secretaria indicando que así sería, y me apresté a una larga conversación.

Partiré por lo peor. Abuela: lo más habitual es ser heterosexual y, por consiguiente, matemáticamente eso es lo normal. O sea, ¿los homosexuales son unos monstruos?

No abuela (sabía que esta respuesta no era fácil de entender). Te estoy diciendo que, por ahora, entre los humanos hay más heterosexuales que homosexuales y, por consiguiente, las reglas de convivencia están diseñadas y establecidas por esa lógica.

Te recuerdo querida abuela que así ha sido siempre. Piensa tú que hace 50 años resultaba anormal que las mujeres estudiaran en la universidad, hace 100 años un matrimonio entre una persona de raza negra y una de raza blanca era muy anormal (si es que se podía producir). Cuando tú eras niña, era normal morirse si te contagiabas de tifus o tuberculosis. Con el concepto normal me estoy refiriendo al concepto matemático-estadístico.

No necesito explicarte que esa normalidad no era per sé un estado deseable, era una condición de normalidad estadística. Noté que su respiración se “normalizaba”.

No tenía claro si una posible respuesta alineada con el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio podía producir un infarto a mi abuela. Mal que mal, ella es una viejecilla algo conservadora.

¿Pero consideras natural ser homosexual?

Abuela… Te contesto lo del matrimonio homosexual....

No, no, no. Quiero que primero me digas si consideras natural o anti natural la homosexualidad.

Entendí que no podía zafarme de esa pregunta, así que respiré y dije:

No creo que ser homosexual sea algo “artificial” y, por consiguiente, dado que en la naturaleza se produce que en determinadas especies existen individuos homosexuales, estoy por la tesis de que es natural.

Suspiró y me dijo: “Bien, hasta ahora vamos en que ser homosexual es “natural” y “anormal””. Bueno abuela, siempre que expliques adecuadamente el alcance de los términos que estás usando...

Me miró y dijo: ¿Y del matrimonio? ¿tú crees que es suficiente con un contrato que garantice los temas patrimoniales?

Debo contextualizar esta conversación. Soy agnóstico y me he casado 2 veces. Yo, al igual que todos quienes se casan, cuando lo hacen piensan o pensamos que es “para toda la vida”.

Dificulto que alguien se case pensando que durará unos meses o “algún tiempo”. No es normal ese tipo de pensamiento (normal en el sentido estadístico-matemático).

Tengo la sensación que quienes contraen matrimonio lo hacen por algo más que las condiciones patrimoniales que regula el “contrato matrimonial”. La mayoría lo hace sin reflexionar especialmente acerca de las condiciones del “contrato”, y más bien motivados por una “alteración psicológica grave” que afecta a los humanos y que ha sido definida desde tiempos inmemoriales como amor.

El amor, según la Biblia moderna (Wikipedia): “parece ser un estado evolucionado del antiguo instinto de supervivencia” y, por consiguiente, estoy seguro que una pareja homosexual puede llegar, al igual que una heterosexual, a un estado de “alteración psicológica” suficiente como para desear casarse.

La tesis de que este tipo de “contrato” estaría vedado para contratantes de igual sexo me parece tan anti natural o anormal como morir hoy en día de tifus o tuberculosis.

Por consiguiente, querida abuela, estoy porque aprobemos el que los contratos matrimoniales sean posibles de celebrarse (solemnemente) por parejas que se declaren enamoradas y dispuestas a esto de “socorrerse, guardarse fe, respetarse y protegerse”. Y las parejas están, según he aprendido de pequeño, conformadas por dos personas. Por ahora, entonces, estoy por legalizar, en nuestro país, los matrimonios entre parejas.

Ante mi consternación noté que mi abuela sonreía. Estaba contenta con mi respuesta.

Me dijo: Yo también estoy de acuerdo en que el matrimonio sea un contrato solemne entre parejas de igual o distinto sexo. Mira que es tan feo eso de vivir juntos y no estar casados.

Lo de limitar esto a un contrato que regule algunos beneficios o bienes me parece burdo e inaceptable. Es un abuso de la mayoría heterosexual que además puede no tener asegurada para siempre la condición de mayoría.

Se tomó su café y siguió con la preparación de las pancartas. Yo partí hacia mi oficina. Alcancé a leer una que decía: ¡¡¡Chile es de los chilenos!!!

Imagino que todos los bisnietos de mi abuela están contra HidroAysén, porque como dice nuestro presidente, “son muy jóvenes”.

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