¿Mienten los principios o las promesas de Chile Vamos?

Cecilia Valdés León
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El 9 de julio Chile Vamos presentó una carta de 10 compromisos en caso de triunfar el Rechazo a la propuesta constitucional. Se trata -probablemente- de la mayor apertura que la derecha ha tenido en temas fundamentales para la ciudadanía en los últimos 30 años, avanzando en áreas tan sensibles para un desarrollo más justo como la descentralización, la ampliación de derechos o la protección del medioambiente. Luego de oponerse sistemáticamente a varios de los cambios que el país necesitaba, bloqueando cualquier posibilidad de reformas producto del poder de veto que un sistema electoral hecho a la medida y una Constitución con quórums supramayoritarios les otorgó, la actual oposición parece dar su mayor giro en 30 años. Una actitud como esta, ante las necesidades del país, bien merecería ser saludada. Enhorabuena.

Es tan grande el giro, sin embargo, que parece contradecir lo que hasta ayer eran sus principios. El primer y quizás más relevante compromiso de la carta es avanzar en un Estado Social y Democrático de derechos, un anhelo transversalmente compartido por la ciudadanía. En la práctica, esta declaración supone dejar atrás el carácter subsidiario del Estado, un principio fundamental de la Constitución de 1980, cuya aplicación concreta significó un modelo donde el acceso a los derechos dependía del tamaño de la billetera.

Una buena parte de los problemas que el país arrastra en sus modelos de salud y educación, o su sistema de pensiones, se anclan en esta visión. Cuando se discutió la gratuidad en la educación o la implementación del plan AUGE -fuertemente resistido por la oposición de derecha en la época- un Estado social y de derecho nos habría permitido avanzar en coberturas universales que garantizaran el acceso sin discriminaciones. Así, un largo historial de defensas concretas e ideológicas del principio de subsidiariedad acompaña este repentino giro.

Ahora bien, lo más sorprendente es que el principio de subsidiariedad está en las declaraciones de principios de todos los partidos que firmaron el compromiso por un Estado social y democrático de derecho. En la declaración de principios de la UDI, actualizada el año 2017, afirma que "por vía subsidiaria, corresponde al Estado, además, asumir aquellas actividades necesarias o claramente convenientes para el país que, siendo propias del ámbito de los particulares, en la práctica no quedan cubiertas por estos".

Por su parte, el texto de RN, actualizado el año 2014, señala "por vía subsidiaria, el Estado debe asumir además aquellas actividades necesarias o convenientes que, aunque propias de los particulares, ellos no pueden cubrir en la práctica. Esta función de suplencia es prioritaria en las áreas sociales más importantes.

Por si fuera poco, el partido Evopoli, cuya formación como movimiento data del año 2012 y su legalización ante el Servel de 2016, también incluye una referencia a la subsidiariedad. Concretamente, señala que "el libre mercado y la subsidiariedad activa del Estado son pilares de la libertad y prosperidad material y moral de los pueblos".

Ninguna de estas declaraciones de principios tiene más de 10 años. Todas ellas se exhiben con orgullo en los sitios web de cada partido. Durante 30 años actuaron en coherencia con sus principios, impidiendo cualquier cambio que avanzara en garantías universales, propias de un Estado social de derechos y opuestas al principio de subsidiariedad.

A Groucho Marx se le atribuye, aunque sin confirmación, la frase que dice "estos son mis principios, si no le gustan, tengo estos otros". En cambio, cuando los principios no se tranzan, no se cambian por votos o por dinero, pensar distinto aparece como opción más genuina, auténtica y confiable, cosa que a la política le había estado faltando. Hoy se hace mucho más nítida esta distinción entre solo oportunistas promesas y principios y convicciones.

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