Opinión de un antiguo beato en el día de la Vírgen del Carmen

He leído diversos comentarios de varios dirigentes del PDC. Entre otros, la rutilante Sra. Ximena Rincón, con otros conspicuos militantes de la Nomenklatura de su partido, cuando atribuye la virtual caída de dicha corriente en las últimas elecciones por su falta de progresismo, remitiéndose a Don Eduardo Frei Montalva como argumento de autoridad y por tanto, exige un cambio en la dirección del PDC.

Por su parte Don Milenko Mihovilovic, quizás pariente en buena hora, del antiguo militante y vigoroso dirigente del gremio de gendarmería, argumenta en su columna de algún diario de derechas que la DC perdió porque su mensaje no llegó al simpatizante DC.

También el Sr.León, parlamentario del Sur, lanza su orgulloso cuarto de espadas, urbi y orbi, y a mucha honra y dice que ni siquiera apoyó al candidato Orrego, porque su corazón, supongo, desinteresado y valiente, siempre estuvo con la estimable, nuestra Michelle de todos.

Asimismo he leído, algunos comentarios atribuidos al Sr.Guido Girardi, senador PPD, de indiscutible y siempre generosa simpatía con la Democracia Cristiana, con un cierto aire de perdonavidas, se congratula porque su eventual contendor en la circunscripción Santiago poniente, el alcalde Undurraga, si no me equivoco, haya derivado a un cierto progresismo que lo eleva a un elegante sitial político, que el propio Girardi en su gentil entusiasmo , podría incluso compartir.

La cuestión de fondo, emblemática me parece ser, que Claudio Orrego, hijo de un hombre valiente, culto y militante, en una actitud irritante para estos censores, pretores y pro-consules del establishment, en su propaganda, haya planteado con cierto desafío, “¡Creo en Dios! ¿Y qué?”. No se le perdona este exabrupto.

Argumentan, muy sub-liminalmente, sin duda, que está bien la creencia en Dios, pero no hay que publicarlo, ni difundirlo, ni menos mencionarlo en un afiche a todo color.

Hay que ocultarlo para que no se note mucho. ¡Porque si no, ¡tú sabes!, Dios es anatema en los tiempos que corren y motivo de burla en las potentes redes sociales!

Tal confesión es, ciertamente para el progresismo en boga, políticamente incorrecta y el camouflage de la hora exige cierta discreción para acopiar votos de los que no creen en Dios.

¿Cómo saben si pasa, aunque sea de contrabando, el mensaje aséptico y progresista, el que tolera el aborto, que algunos médicos siempre tan elípticos, sustituyen por la elegante locución, “interrupción del embarazo”?

Son los tiempos y modas de la hegemonía cultural de izquierda.

Es el pensamiento de Gramnsci que campea por sus fueros.

Como si los votantes históricos no supieran lo que es y ha sido la DC, desde siempre y hasta esta hora, hora de la renuncia de todos los principios y valores de la corriente del Humanismo Cristiano.

Sin embargo, como se ha mencionado a Don Eduardo Frei Montalva, con cierta impunidad digna de mejor causa, me permito citar del periódico Lircay N° 132, año 1938, cuando el Presidente Frei se refiere a la esencia misma de la Falange, a la letra:

“No ha sido vano predicar una filosofía, propagar la verdad, defender la entereza de los principios que inspiran la acción. No ha sido ilusión el defender los supremos valores de la espiritualidad cristiana. Todo esto ha traído esta unidad falangista que hoy es asombro del país entero”.

Me permito resumir de un modo tosco, tal vez, lo que mi generación política asumió como democracia cristiana, en el surco profundo que marcó el pensamiento de Frei Montalva esto es, cristianismo, pueblo y organización.

Me atrevo a preguntar en mi manifiesta ingenuidad.

¿Dónde están las bases de la DC, aquellas que interpelaban sistemáticamente a la dirigencia, tal vez sin elocuencia pero con la mayor pasión por un sentir y un vivir popular, siempre escuchadas por los dirigentes,transformándose por ejemplo,en Reforma Agraria,tema innombrable, tabú hoy,por su notoria incorrección política?

¿Qué resta de estos elementos esenciales en la gelatinosa y dispersa dirigencia política de esta DC, hoy mal templada para la derrota, pero en tropel de estampida ante el aroma irresistible del poder, disputándose ferozmente las migajas desprendidas de la mesa verdadera del mando?

Poca dignidad y mucha ambición.

¿Cuánta pachorra y desvergüenza para salir a criticar a Orrego, hombre de fe, y por tanto de pantalones bien amarrados, cuando en sus feudos apenas superaron el 5% de los votos?

Quizás una fotito, bien retocada, con Michelle, consiga el milagro de situarlos en la vitrina de las vanidades del poder. Ella, como bondadosa madre nacional, sin duda acogerá esta legión de huérfanos mendicantes, sin bandera azul, sin flecha roja rampante, herederos avergonzados de ciertos principios y valores que otrora, palpitaron en el corazón solidario de todo un pueblo.

Es muy posible. Pero no merecido.

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