¿Quién piensa catedrales?

Claudio Santibáñez Servat
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Hoy vemos con preocupación como el rango de interacción dentro de la esfera pública se va cerrando con la rapidez de un obturador hacia el presentismo, a la discusión de tiro corto, del instante. Lamentablemente, la discusión del corto plazo tiene tan solo limitadas posibilidades de construir proyectos y realidades de largo plazo.

Es que los avances transformadores que trae el largo plazo no pueden entenderse como la suma aritmética de cortos plazos, podemos citar aquella frase popularmente atribuida en el marco de la invención del automóvil, “Si le hubiera preguntado a la gente, habrían pedido caballos más rápidos”. 

Por ejemplo, la discusión pública del día a día, incluso en tiempos de crisis como la del COVID-19, no es ajena a la búsqueda de gratificación instantánea que genera esta nueva cultura del corto plazo, exacerbada por las nuevas tecnologías en busca de ese apetitoso “like”.

El camino es por la vía rápida del efectismo, que incluye apuntar con el dedo lo que se hizo o no se hizo hoy en materia de respuesta sanitaria, el algo luctuoso afán de sepulturero de ir contando más o menos muertos, o simplemente de tener ocupados a los actores públicos exigiendo respuestas a sucesos del cotidiano.

Este estancamiento en el presentismo permite por contraste mostrar la ausencia de aquella discusión de largo plazo con foco en prepararnos para probables nuevos eventos virales catastróficos que irán apareciendo en el futuro. 

Ejemplos de nuestras tendencias a dar respuesta simple y cortoplacista a problemas complejos de largo alcance, tenemos muchos.

Si hoy necesitamos más energía, vayamos por más centrales hidroeléctricas o activemos termoeléctricas. ¿Hacia una mayor capacidad exportadora agropecuaria o pesquera? Pues que vengan un uso de aguas y explotación de recursos marinos más agresivos.

¿Como contrarrestamos la instalación de esta verdadera cultura del pensamiento corto placista que se ha venido instalando?

¿Cómo volvemos a pensar catedrales? Sí, aquella noción que se refiere a nuestra capacidad de situarnos en aquellos proyectos y objetivos de largo plazo, cuyo beneficio sólo será disfrutado en su completitud por futuras generaciones (los remito a googlear una inspirada charla de Rick Antonson al respecto).

Pensemos en esas majestuosas catedrales que terminaban de construirse en dos, tres o más siglos después de colocada la primera piedra.

En donde las molduras esculpidas por artesanos para los marcos de un ventanal permitieron uno o dos siglos después que otras generaciones de artesanos pudiesen instalar unos hermosos vitrales y que hoy, luego de otras tantas centenas de años, la luz colorida que dejan colar tales vitrales sigue iluminando la sólida belleza de la estructura medieval.

Hoy día, pocos de nuestros tomadores de decisión pública están pensando catedrales.

Hagamos un ejercicio. Para ello no es necesario sudar buscando qué grandes proyectos están en discusión en la esfera pública sino basta que respondamos la siguiente pregunta contra factual: a partir de la discusión pública de hoy, y situándonos en un escenario alternativo donde no existiesen, ¿creen que sería posible crear una CORFO, un BancoEstado, una CODELCO, una Fundación Chile, una Regla Fiscal, incluso una Carretera Austral?

Como señala Roman Krznaric en su último libro, debemos ser buenos ancestros. Para ello, cabe la invitación a que en la esfera pública no sólo trabajemos para el estímulo del like, esa adicción hacia la gratificación instantánea, sino también para crear el espacio y el tiempo que nos permita pensar y construir nuevas catedrales en beneficio de aquellos que nunca iremos a conocer.

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