Región de Aconcagua, la número 17

Durante las elecciones de 2013,  se comenzaba a proyectar una extensión a la vía férrea desde Valparaiso a Los Andes. Se fotografiaron figuras políticas en los carros de trenes simbolizando lo que sería el futuro viaje de costa a cordillera.

Yo me encontraba en la oficina de la ONG  Ideando cuando se supo la noticia de que este proyecto no sería una realidad.  Como es frecuente en mí, la respuesta fue un tanto irónica,  señalando que mientras no seamos Región de Aconcagua, jamás tendríamos trenes, túneles modernos, ni menos aeropuerto.

Fue en ese momento cuando recordé una de las mejores frases que he escuchado en la vida: “las personas que sólo critican son las que no corren ningún tipo de riesgo”. Entonces decidí preguntar públicamente, ¿por qué no podemos recuperar la antigua provincia del Aconcagua, la cual tenía Intendencia en San Felipe?

La respuesta más frecuente era que existía un estudio,  el cual mostraba que las cifras no eran favorables para separarnos de la costa, entonces comenzamos un duro trabajo, para preparar respuestas que nos entregara resultados de manera formal. 

Las conclusiones fueron contundentes, cerca del 80 % del producto interno bruto es aportado por las provincias de Los Andes, Petorca y San Felipe,  debido a la gran minería y como segunda fuente de ingresos, a la agricultura.

Además, descubrimos datos o información  dura que revela la gran diferencia de recursos que se inyectan entre la costa y la cordillera de la Región de Valparaíso. 

Por ejemplo, el 2% de las personas no tienen alcantarillado en el Gran Valparaíso, versus un 20 %  en la zona rural de la futura Región de Aconcagua, que no tienen conexión a la red pública sanitaria en pleno siglo XXI. Impresentable.

Otro dato. En Viña del Mar, las personas tienen como promedio 20 metros cuadrados de áreas verdes de uso público, mientras que en Catemu  es de solo  0,3 metros cuadrados,  en San Felipe 1,3  y en Los Andes 1,7. Una vergüenza.

En  2018,  esas diferencias son aún mayores. Cada fin de semana que viajo a Viña del Mar o Valparaiso, veo con admiración las grandes obras viales como viaductos, túneles, metro-tren y proyectos inmobiliarios. 

Conocemos además el rechazo o detención de grandes obras que generarían importantes cambios arquitectónicos, sociales, económicos y  aumentarían  la mano de obra y por consiguiente la calidad de vida para muchas personas.  ¿A qué me refiero?  ¿Se imaginan si un proyecto similar al Mall Baron que fue desechado en Valparaíso se destinara a San Felipe, Los Andes, Calle Larga o Rinconada?

¿O si el hotel abandonado en el camino costero Reñaca - Concón, que dejó cesantes a más de 1.500 personas, se construyera en Aconcagua?

Entendemos que son inversiones privadas, que tienen relación directa con la oportunidad y  potencialidad en el número de clientes, pero estos ejemplos  nos muestran el desequilibrio que se traduce en desaprovechar recursos,  lo cual solo sucede cuando tienes de donde obtenerlos o tus necesidades ya están cubiertas.

En los últimos 15 años,  la Región de Valparaíso,  tercera en la lista de generación del PIB nacional  (con una cifra negativa del 12 % en pesca), ha cambiado rotundamente su conectividad vial, pero para el interior, la situación es muy diferente.

En las rutas del Aconcagua, el flujo de vehículos ha aumentado considerablemente por la alta visita de ciudadanos argentinos que aprovechan las grandes ofertas en tecnología,  a lo menos 200 mil autos cada fin de semana, pero sólo tenemos un viejo túnel que cada vez está más propenso a accidentes.

Mi mirada a la región de Aconcagua es totalmente distinta. La caridad comienza por casa. Debemos potenciar las nuevas oportunidades que nos ofrece esta siempre soleada futura región, por ejemplo a través de parques fotovoltaicos. Los países árabes están hambrientos de este tipo de inversión, que además contribuye a la preservación de nuestro planeta,  que se sobrecalienta día a día.

Asimismo, podemos difundir uno de nuestros mejores productos, a través de una gran y potente Ruta del Vino de Aconcagua; promocionar a Portillo, histórico centros de esquí chileno conocido por décadas a nivel mundial, como sede de Olimpíadas de invierno y lo más importante lograr  que el  valle del Aconcagua, la región de Aconcagua, trascienda como un lugar de atractivo turístico y de importancia a nivel mundial, con ideas como un teleférico desde el Hotel Enjoy  hasta el primer santuario católico chileno, el de Santa Teresa de Los Andes.

Y si otro mis sueños se hace realidad, un gran parque de araucarias milenarias en el borde río de San Felipe (Monasterio de las Araucarias).

Qué duda cabe que sería maravilloso trascender de esa manera.  Que en el futuro nuestros hijos al buscar a través de sus aparatos tecnológicos, encuentren que hicimos algo por nuestro hermoso valle y por consiguiente corrimos los riesgos necesarios para lograr nuestro objetivo, la recuperación de la Región de Aconcagua.

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