Presidente, no nos convencerá que estamos en guerra

El Estado de Emergencia y el toque de queda que se decretaron en la Región Metropolitana, son una manifestación perfecta de la incapacidad de gobernar.

La absoluta carencia de medidas de protección eficiente a los bienes públicos y privados, incluso contando con los medios extraordinarios que provee el Estado de Excepción existente, y no disponer medidas inmediatas que vayan al menos a la disminución de la opresión económica que existe, lo acredita.

Y para que haya mas evidencia, ante la extraordinaria manifestación ciudadana en su contra, el gobernante reacciona con lenguaje y actuaciones belicosas, castigando, porque las medidas excepcionales que dispuso han sido en realidad eso: una sanción, una venganza, mucho mas que herramientas necesarias para “reestablecer el orden”. Desde cuando nos levantamos contra el dictador que no había una tan masiva explosión ciudadana de rebeldía contra el gobierno, nunca en democracia. 

Llevábamos casi una semana con manifestaciones muy mayoritariamente no violentas y que involucraban a grandes cantidades de gente, principalmente jóvenes, estudiantes. Y este viernes, ante las provocadoras y torpes respuestas de los personeros gubernamentales, lo que había empezado con evasiones al pago en el Metro, se transformó en que miles de personas en todo Santiago se expresaran primero en torno a esos accesos, después en los principales y típicos lugares de reunión ciudadana, para culminar con masivas manifestaciones en toda la ciudad. 

La destrucción que se produjo cuando se desató la violencia la condenó. Pero era previsible que grupos menores, de delincuentes y radicalizados aprovecharan esta ocasión y se desataran tratando de provocar el mayor caos.

Sin embargo, la falta de liderazgo del Ejecutivo para evitar que se llegara a los extremos que hemos visto y, una vez más, la inexistente inteligencia que  se anticipara a estos hechos y conocer quiénes son los líderes y desarticular sus organizaciones, permite hasta suponer que la violencia que se genera le es útil al gobierno.

Concentra su despliegue comunicacional sólo en el caos, ante el cual ha sido inútil, y mantiene todas las políticas en contra de las cuales, precisamente, la ciudadanía se rebela. 

Me tocó en estos días estar en estaciones de Metro cuando al grito de EVADIR, NO PAGAR, OTRA FORMA DE LUCHAR, los estudiantes protestaban instando a que se viajara sin pagar.

También en manifestaciones en las comunas de Santiago, Providencia, Ñuñoa y La Reina; todas ellas fueron muy masivas, con la gente comprometida y expresándose con responsabilidad y ganas, sin que se produjera daño alguno a bienes y a nadie.

Eramos miles, como en todo Chile, que no estábamos con violencia, sino queriendo que se entendiera que la  desigualdad y discriminación del modelo económico que daña a la inmensa mayoría debe terminar. Y eso es lo que se le exige al gobierno, que termine con el voluntarismo de mantener el sistema social y económico que perjudica al país en beneficio de tan pocos, porque si persevera, ni siquiera ellos lo van a gozar.

Menos aún queremos de nuestro presidente, tan solitario por lo demás, que nos trate de convencer que hay una guerra entre nosotros.

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