Una historia de traiciones en Chile

Pinochet traicionó a Salvador Allende, la derecha traicionó a Pinochet, González Videla traicionó a los comunistas y el Partido Comunista traicionó a Pablo de Rokha… Son algunas de las 22 traiciones que abordan los historiadores Paulina Fernández y Sebastián Sampieri, en una rigurosa investigación.

“Una historia de la traición en Chile” es el impactante título del libro que contiene los resultados de la investigación. Por sus 200 páginas desfilan personajes que tuvieron un papel activo en el curso histórico de nuestro país en los últimos 127 años. Entre ellos, el senador y líder socialista Carlos Altamirano, el lobista Enrique Correa, la ex militante del MIR Marcia Merino y los presidentes José Manuel Balmaceda, Pedro Aguirre Cerda, Gabriel González Videla y Carlos Ibáñez del Campo.

La historia de tantas traiciones comienza, para los autores del libro, cuando un sector de la oligarquía se alza contra el Presidente Balmaceda, en la guerra civil de 1891. Las causas del conflicto, 127 años después, se han desvanecido. Los bandos que entonces se enfrentaron olvidaron el asunto y volvieron a “darse la mano sin mayores resquemores”.

Tras la derrota de sus partidarios, Balmaceda sintió el peso de su soledad y se refugió en la legación argentina, donde se suicidó el 19 de septiembre de ese año 91. El día anterior, cuando terminaba legalmente su mandato presidencial, escribió su Testamento Político y aludió a la traición que sufrió.

“Entre los más violentos perseguidores del día, dice Balmaceda al referirse a los nuevos gobernantes de la Junta Revolucionaria, figuran políticos de diversos partidos y a los cuales los colmé de honores, exalté y serví con entusiasmo; no me sorprende esta inconsecuencia y la inconstancia de los hombres”.

Con un rápido vuelo hacia el siglo XX, el libro de Fernández y Sampieri recuerda “la traición del Partido Socialista a Allende”, que culminó cuando el Presidente se suicidó en el palacio de La Moneda el martes 11 de septiembre de 1973. Ese día Salvador Allende pensaba anunciar en la Universidad Técnica (hoy Universidad de Santiago) la realización de un plebiscito, para resolver el futuro de la “vía chilena al socialismo”.

Los socialistas, a cuyas filas pertenecía el Presidente, no eran partidarios del plebiscito y cuando sus dirigentes llegaron a La Moneda a preguntar cuál sería su lugar frente al golpe militar que se vislumbraba, Allende les respondió:

- Yo sé cuál es mi lugar y sé lo que tengo que hacer. Nunca antes me han pedido mi opinión, ¿Por qué me la piden ahora?

Lo que vino después fue la instauración a sangre y fuego de una dictadura militar que se mantuvo en el poder por 17 años. “Algunos culpan al propio Allende de la debacle, lavándose con soltura las manos de la gran responsabilidad que les cabía, al desentenderse vastos sectores del socialismo de un programa de gobierno al que habían adscrito”, afirman los autores.

La traición de Pinochet a Salvador Allende es conocida, porque el Presidente lo nombró Comandante en Jefe del Ejército el 23 de agosto de 1973 y tres semanas después el nuevo jefe militar ordenó el bombardeo del palacio presidencial.

Hoy, la derecha que apoyó a la dictadura ya no defiende a Pinochet, aunque considera que los crímenes de su régimen no fueron crímenes sino “excesos”.

La traición de Gabriel González Videla a los comunistas, que inicialmente apoyaron su Gobierno, es un episodio también conocido. El mandatario proscribió a sus ex aliados a través de la Ley de Defensa de la Democracia o “Ley Maldita”. Numerosos dirigentes comunistas fueron encarcelados y el poeta Pablo Neruda, entonces senador, se refugió en la clandestinidad para salir del país al exilio.

Algunos sucesos que en cambio no son tan conocidos y que los autores incluyen dentro de las deslealtades históricas son la expulsión del poeta Pablo de Rokha del Partido Comunista, la “espada de la traición” que esgrimió Carlos Dávila para terminar con la República Socialista de Marmaduque Grove en junio de 1932, la frustración del campesinado con el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda, en 1938, y la ruptura de la Iglesia Católica con la oligarquía, cuando empezaron a soplar los vientos de la reforma agraria en los años 60.

La historiadora Paulina Fernández nació en 1978, cinco años después del golpe que interrumpió la vida democrática de Chile. Y era una pre-adolescente cuando el general Augusto Pinochet dejó el Palacio de La Moneda.

Sebastián Sampieri tampoco conoció de cerca lo que fue el Golpe porque nació en 1982. Y tenía ocho años cuando concluyó la dictadura.

Ambos, sin embargo, emprendieron esta investigación basada en numerosos documentos y testimonios, con el propósito de “entender nuestro pasado reciente” en estos tiempos de crisis de las instituciones.

“Por esta razón, creemos importante desplegar estos relatos, señalan, esta “otra” lectura de la historia, una que muestre y permite hacernos de ciertas estrategias para resistir y subvertir la creciente sensación de catástrofe social e institucional que nos embarga”.

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