Una vez más, Lavín

¿Se puede ser conservador, gremialista y militante de la UDI y al mismo tiempo ser bacheletista-aliancista o socialdemócrata? 

¿Significan algo para Lavín estos conceptos o son meras palabras acomodadas por tanto tiempo a la raigambre populista de su estrategia electoral? 

¿Se puede aún ser militante de un partido de inspiración franquista que rinde tributo y pleitesía a la Dictadura, y al mismo decir que se es partidario de que una nueva Constitución política reemplace precisamente a aquella que representa el legado más importante del partido fundado por Jaime Guzmán? 

Uno puede cambiar de opinión, sin duda, es legítimo, no tienen nada de malo, y sobre todo si ese cambiar de opinión es para reconocer lo equivocado que se pudo haber estado cuando se fue partidario de un régimen que violó sistemáticamente los DDHH o se fue editor económico de un diario que fue estandarte de un sistema político y social que hoy está en cuestión.

Pero ¿es sincero ese cambio si se sigue perteneciendo a un partido que no representa los valores que hoy el alcalde declara abrazar?

¿Es creíble esta nueva posición frente al Plebiscito; lo son el sinnúmero de declaraciones más bien propias de un opositor al Gobierno que de un partidario, o se trata más bien de la pulsión populista a una estrategia de acomodo frente a las encuestas, del que cree que la gran política se reduce a un montón de medidas tan fulgurantes como fugaces, tan creativas como transitorias, tan interesantes como inútiles, instalación de drones de vigilancia, pistas de ski en las plazas, botones de pánico, portales sanitarios, playas artificiales para el verano, bombardeo de nubes para enfrentar las sequías, menús de dos mil pesos, monopatines eléctricos y ovejas pastando en los parques de la comuna entre muchísimas otras. 

Es cierto que a veces la política transita por una insoportable liviandad, donde las luces de los focos son más importantes que las ideas, las sonrisas impostadas más caras que la coherencia, la pirotecnia mediática más apetecida que la profundidad de las convicciones, pero lo de Lavín ya no tiene nombre, su destacado lugar en las encuestas hace peligrar la poca dignidad que le queda a nuestra democracia.

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