Rusia está deseando que termine la guerra con Ucrania después de tres años de malabares fiscales, altibajos del rublo, evasión de sanciones y una economía militarizada.
Desde el momento en el que comenzó a sufrir las primeras sanciones occidentales, "la economía rusa ha funcionado como un maratonista bajo esteroides fiscales y ahora esos esteroides están pasando factura", sostiene Alexandra Prokopenko, analista del Centro Carnegie para Rusia y Eurasia.
Todavía en diciembre, el presidente ruso, Vladímir Putin, se jactó del supuesto buen estado de la economía rusa, cuyo PIB creció un 4,1 por ciento el pasado año, según las cifras oficiales rusas.
"El crecimiento de la economía rusa se debe al fortalecimiento de la soberanía, y la soberanía misma es el resultado del crecimiento económico", declaró Prokopenko en rueda de prensa.
Sin embargo, los analistas coinciden en que la situación económica está sobrecalentada, que se ha vuelto mucho más vulnerable y dependiente, tanto de su industria militar, como de estímulos externos al país.
"El crecimiento se está ralentizando, los sectores clave se están enfriando y los argumentos sobre los que se apoya Putin de que la economía es 'invulnerable' se están desmoronando", añadió la investigadora.
Adaptación constante a las sanciones
Rusia ha sabido adaptarse bien a las sanciones impuestas por su campaña militar en Ucrania esquivándolas a través de terceros o con medidas ingeniosas como la conocida como 'flota fantasma' de petroleros.
Pero, por ello mismo, según Prokopenko, lo que más teme el Kremlin son las sanciones secundarias a empresas chinas o turcas que ayudan a exportar e importar productos vitales para abastecer su máquina de guerra.
"Si no se introducen más sanciones y no se cambia el esquema de las actuales, esto al Kremlin le sirve", añadió.
La analista sostuvo que esto es debido a que "uno de los problemas que causa el régimen de sanciones, además de las propias restricciones, es que cambian constantemente, lo que obliga a los empresarios y a los reguladores a una adaptación constante".
De una economía de mercado a una militar
La economía crece exclusivamente gracias a la industria militar, hecho que se aprecia desde 2024, cuando todavía había otros sectores en los que se invertía.
Al gasto militar le corresponde en 2025 el 40 por ciento del presupuesto estatal, pero "si este año no lo aumentan, la economía rusa podría estabilizarse", pronosticó Prokopenko.
"Ahora vivimos en una economía de mando, no de mercado", en la que empresas estatales realizan encargos a empresas privadas rusas que no pueden rechazar por enfrentarse a un delito penal, explicó Igor Lipsits, exprofesor de la Escuela Superior de Economía de Rusia.
La inflación lastra la economía
Una de las mayores preocupaciones del Banco Central ruso (BC) durante estos años ha sido el control de la inflación, que en abril de 2022 alcanzó su máximo oficial del 17,83 por ciento, pasando al 9,9 por ciento actual.
Sin embargo, la percepción inflacionaria es mucho más alta y algunos medios señalan una inflación real de entre el 20 y el 40 por ciento.
La jefa del BC, Elvira Nabiúlina, una vez vista como héroe por salvar la economía rusa tras el inicio de los combates hace tres años, ha sido criticada por otros funcionarios, incluido el primer ministro, Mijaíl Mishustin, a causa de su política crediticia que pretende bajar nuevamente los índices inflacionarios, pero que ha hecho desaparecer la inversión.
"Rusia gasta más de lo que ingresa", dijo Lipsits señalando el déficit como causa de la inflación, a lo que suma otros pasos en perjuicio de la economía como la subida de impuestos.
El BC reaccionó manteniendo unos altos tipos de interés, del 21 por ciento, y fortaleciendo el rublo a través de una política monetaria artificial que Lipsits calificó como "maniobra bastante extraña", pretendiendo mantener el precio de las importaciones, pero que dará paso a "una ola de quiebras" de empresas que no se aseguraron financieramente, además de reducir los ingresos presupuestarios.
Aumento de veteranos de guerra viviendo en la calle
El número de veteranos de la guerra en Ucrania que viven en las calles rusas ha aumentado en los últimos tiempos, denuncia Daria Baibakova, directora de la organización benéfica Nochliózhka.
"Cada vez vemos a más personas que han vuelto de operaciones militares. Tienen trastornos por estrés postraumático (TEPT), problemas psíquicos y psicológicos", declaró la trabajadora social en una entrevista publicada este sábado por el diario ruso Kommersant.
Aseguró que los fondos creados por el Estado ruso desde el comienzo de la guerra en febrero de 2022 no cubren las necesidades de esas personas.
"El Estado tiene la falsa ilusión de que grandes compensaciones económicas y algún tipo de seguro es suficiente para volver a una vida normal, pero esto no funciona así", aclaró Baibakova.
Sin embargo, muchos ni siquiera cuentan con la ayuda del Estado, como es el caso de aquellos combatientes que participaron como mercenarios en compañías militares privadas, como el Grupo Wagner.
En Rusia hay más de dos millones de personas sin techo y cerca de 238.000 viven en Moscú, según publicó la organización Validata en 2020.