Los 21 jerarcas nazis de mayor rango sobrevivientes de la II Guerra Mundial se sentaron hace 80 años en el banquillo de la sala 600 del Palacio de Justicia de Núremberg, donde comenzó el principal de los procesos conocidos por el nombre de esta ciudad alemana, que revolucionó el derecho penal internacional al instalar el foco en las responsabilidades individuales.
El Tribunal Militar Internacional, fundado por las potencias vencedoras -Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética- sobre la base del Estatuto de Londres, acusó a los 21 -y al desaparecido Martin Bormann en rebeldía- de cuatro cargos: crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, crímenes contra la paz y asociación con el objetivo de librar una guerra de agresión.
En el edificio -que acoge hoy el museo Memorium Juicios de Núremberg y había sobrevivido relativamente incólume a los bombardeos que redujeron a escombros la ciudad del sur de Alemania- se desarrolló en 218 vistas un proceso sin precedentes que culminó con siete penas de prisión y tres absoluciones.
Un total de 12 líderes nazis fueron condenados a muerte y, aunque el más conocido de ellos, el jefe de la Fuerza Aérea Hermann Göring, se suicidó en vísperas de la ejecución con una cápsula de cianuro, el resto fue colgado el 16 de octubre de 1946 y sus cenizas fueron esparcidas en el río Ísar para evitar los homenajes.
Un proceso colosal
La justicia militar estadounidense desarrollaría más tarde en Núremberg, hasta 1949, otros 12 procesos contra 177 acusados, que ya no tuvieron la envergadura ni la resonancia del colosal primer juicio, cuyo protocolo escrito ocupó 22 tomos, a los que se sumaron otros 20 tomos de pruebas.
En el pequeño museo situado encima de la sala 600, en el que se exhibe, entre otros, uno de los banquillos en los que se sentaron los acusados, se explica a los visitantes aspectos como la proeza técnica que supuso gestionar la interpretación simultánea -que se empleaba por primera vez en la historia a esa escala -con cuatro lenguas distintas y 116 testigos.
En la propia cámara, donde la Audiencia Territorial de Múnich celebró juicios hasta 2020, pocos elementos dan fe de su aspecto original, salvo los majestuosos portales de piedra con alegorías mitológicas y la modesta puerta de madera por la que entraban los acusados tras subir por un ascensor especial.
En la década de 1960, la justicia bávara decidió reformar la sala, que preside desde entonces un gigantesco crucifijo de 2,2 metros, con el objetivo deliberado de hacer desaparecer los rastros del pasado.
Éste interfería, según la opinión de entonces, con el funcionamiento de la Audiencia, en una época en la que el nazismo se tenía por un tema cerrado que era mejor no recordar, aunque aún así acudían curiosos y turistas que querían ver el escenario de los juicios.
Hoy en día hay 160.000 visitantes al año, el 75 por ciento procedentes del extranjero.
Una revolución del derecho internacional
Muchos de los constructos legales del derecho penal internacional surgieron y se establecieron en el edificio histórico del Palacio de Justicia, explicó en una conversación con medios el jurista Gurgen Petrossian, de la Academia Internacional Principios de Núremburg.
Pese a todo, los criminales de guerra nazis no fueron acusados de genocidio.
"Era un término completamente desconocido en el derecho", señaló Petrossian: este concepto no se codificó hasta 1951 gracias al jurista Raphael Lemkin.
Por su parte, Rebecca Weiss, experta en memoria histórica del museo, resaltó que el juicio constituyó una "revolución positiva" en el derecho internacional de ese momento y enfatizó la importancia de que se tomara la decisión activa de no buscar la venganza, sino de aplicar la justicia.
Aunque antes se hubieran emprendido intentos como los procesos de Leipzig, por los crímenes alemanes de la Primera Guerra Mundial, fue con los juicios de Núremberg cuando el foco se desplazó de los Estados a los individuos.
"Después de la II Guerra Mundial surge la idea de los derechos humanos, que son el nuevo foco del derecho penal internacional que se desarrolló también aquí en Núremberg. Y esta individualización que se produce en ese momento (...) llevó a que también se quisiera examinar la responsabilidad individual de los autores", explicó Weiss.