La participación ciudadana en Chile se encuentra en una encrucijada. Con una disminución significativa en el número de personas dispuestas a involucrarse en los procesos de participación, es evidente que el modelo actual no es sostenible a mediano plazo. Este modelo, que sistemáticamente extrae tiempo y conocimiento de los ciudadanos sin ofrecer una valoración adecuada, ha generado un agotamiento palpable entre la población.
Este agotamiento se ve agravado por la redundancia en las solicitudes de participación, que con frecuencia se convierten en un cumplimiento superficial de obligaciones establecidas en la ley 20.500, reduciendo la participación a un mero checklist. Esta práctica no solo es contraproducente, sino que también contribuye a la percepción de que la participación no es más que un trámite burocrático, lejos de ser un proceso honesto y constructivo.
Además, es importante reconocer que no todas las decisiones requieren de la participación ciudadana. A menudo, los ciudadanos se sienten frustrados por la constante repetición de consultas sobre temas triviales, como el diseño de una vereda, cuando en realidad preferirían que estas decisiones se tomen de manera eficiente y sin consultarles reiteradamente lo mismo, una vez es suficiente. La idea de "hacer más y preguntar menos" puede ser crucial en contextos donde la acción directa y decisiva es más valorada que la consulta prolongada y repetitiva.
Para reformar este modelo, es esencial que la participación sea valorada sinceramente. Esto significa reconocer el tiempo y el esfuerzo de los ciudadanos no solo de manera simbólica, sino también asegurándose de que sus aportaciones tengan un impacto real y visible en las políticas y decisiones que se adopten. Debe establecerse un canal de retroalimentación efectivo, donde los participantes puedan ver cómo sus contribuciones son escuchadas, consideradas y eventualmente aplicadas.
Asimismo, se debe evitar la redundancia en las consultas, estableciendo un sistema de seguimiento que garantice que cada nueva solicitud de participación aporte valor añadido y se base en las interacciones previas. También las autoridades deben contribuir a dar continuidad de los proyectos y políticas, más allá de los cambios en la administración gubernamental, promoviendo la evolución constante de los planes en función de los aportes ciudadanos a lo largo del tiempo.
La accesibilidad de los procesos de participación también debe mejorarse, organizando eventos presenciales y virtuales con consultas en horarios no laborales para facilitar la participación de una mayor fracción de la población.
La revitalización de la participación ciudadana en Chile depende de un enfoque más considerado, respetuoso y realmente inclusivo. Solo así se podrá restaurar el interés y la confianza en los procesos participativos, esenciales para una democracia saludable y activa. Esta es una oportunidad para redefinir cómo valoramos la voz del pueblo en la construcción del futuro del país, optando por un modelo que equilibre adecuadamente la consulta y la acción.
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