En los últimos años, durante los respectivos gobiernos de turno, se ha repetido de forma majadera que Chile "está en camino al desarrollo", o que "debemos generar las condiciones para sostener altos niveles de crecimiento económico". Pero ninguno de estos gobiernos ha mostrado voluntad para cambiar la receta neoliberal que tiene estancada la economía del país, al menos por una década, que en promedio alcanza un crecimiento de 1,9%, según informes dados a conocer en diferentes medios de prensa hace unos meses.
Lamentablemente, esta falta de voluntad política (y en algún caso cercanía ideológica) le ha quitado una enorme oportunidad al país de construir las bases para alcanzar niveles de desarrollo que mejoren las condiciones de vida de las y los chilenos. Esto se traduce en que, en términos reales, estamos atrasados al menos 40 años respecto de los países con mejores condiciones de vida.
Un ejemplo de esta falta de voluntad política la podemos ver en el acuerdo entre Codelco y SQM, que el Gobierno insiste en defender. Convenio que viene a eternizar un modelo de producción que solo se encarga de extraer el recurso y venderlo, sin invertir en valor agregado ni investigación, y desaprovechando la posibilidad de que Chile tuviese un rol importante en la economía mundial y fuese un protagonista de la industria tecnológica y automotriz que hoy se nutren de productos derivados del litio.
Se prefirió asegurar el negocio rentista del imperio de Ponce Lerou, el que con su lastre de fraudes y maltratos laborales se mantuvo a cargo de la extracción del litio del país.
Pero la mirada de corto plazo, elemento esencial del manual neoliberal, afecta al desarrollo del país e incluso al clamor empresarial de que nuestra economía crezca a toda costa, como herramienta para reducir las desigualdades. La fórmula no está en comercializar sólo con materias primas sino que debemos dar un paso adelante, industrializar el país, como lo hicieron Corea o Finlandia, que hace 50 años estaban en el mismo lugar donde está Chile y que hoy se encuentran a una distancia muy alejada. Esto demuestra que el modelo chileno se está agotado y que se debe asumir un cambio profundo para alcanzar los objetivos de desarrollo que se han planteado.
La industrialización es pura ganancia para el país, con mejores empleos, mejores condiciones laborales, trabajadores y trabajadoras mejor calificados, avances en ciencias e investigación, crecimiento económico y levantarse como protagonista de la economía internacional. Nada de eso vemos hoy. Se deben sentar las bases para avanzar, y el primero paso es reforzar la formación técnica-profesional en las diferentes instancias educativas.
Desde Industrial Chile Constramet hemos desarrollado nuestra propuesta, la que creemos que existen espacios para debatir de manera tripartita y con el horizonte de futuro que sea concreto. Por lo mismo, estamos articulando con quienes ven la urgencia de cambiar el modelo de desarrollo que profundiza las desigualdades por uno que proyecte una institucionalidad que establezca las tareas de la industria y su desarrollo para los próximos 30 años.
Chile y su gente necesitan con urgencia que las palabras de buena crianza en esta materia deben quedar en el pasado y tener responsabilidad política para dejar un modelo neoliberal que sirve a unos pocos y avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo que beneficie a millones.
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