De acuerdo a información del Censo 2024, en Chile el 21,8% de los hogares chilenos son unipersonales, es decir, en ellos vive una sola persona. Hablamos de 1,4 millones de hogares/personas, de un total de casi 6,6 millones de hogares particulares existentes en el país. Comparando en el tiempo, en 1992 era solo 8,3% de ellos, y un poco más cerca, en 2017, el 17,7%. Sin duda, tenemos una línea que marca tendencia.
Cruzo lo anterior con hallazgos de la reciente investigación de Economics of Mutuality Alliance, organización sin fines de lucro con sede en Ginebra, Suiza, y la Universidad de Manchester, de Inglaterra. Entre los puntos clave se tiene que el 44% de las personas en el mundo presentan niveles medios o altos de soledad. Y que, increíblemente, disminuye con la edad: afecta al 29% de la Generación Z, versus 14% de los Baby Boomers, revelando una brecha crítica en las actuales intervenciones que siguen enfocadas en los adultos mayores.
Se trata del informe Business vs. Loneliness: Pathways to Action, ambicioso estudio sobre el impacto de la soledad y cómo las empresas pueden abordarla con soluciones de alto impacto, rentables y sostenibles. Un verdadero llamado a la acción para que estas organizaciones muestren estar conectadas con los problemas de las personas y la sociedad, sin por ello dejar de obtener beneficios de diversa índole por ello.
Por ejemplo, el 60% de las personas encuestadas sufre soledad relacional o colectiva, no solo íntima, lo que abre oportunidades para crear productos, espacios y experiencias que fomenten la conexión cotidiana. Y un 14% dijo no tener dónde ir cuando se siente solo, lo que lógicamente es una oportunidad para el sector retail, gastronómico y empresarial, a la hora de rediseñar sus espacios físicos y digitales.
Volviendo a Chile, uno de cada cinco jóvenes de 18 a 24 años dice no tener ningún amigo cercano. Qué paradoja de nuestro tiempo: personas que se sienten solas y aisladas pese a que viven en ciudades rodeadas de gente y tienen más facilidades que nunca para conectarse con otros.
Está estudiado que la soledad no es un problema individual, sino un desafío sistémico que afecta la salud, el bienestar y el rendimiento económico. Además, en el entorno laboral, la soledad se traduce en más licencias médicas (tema en boga, hoy en día), menor compromiso y peor desempeño.
Entonces, ¿qué estamos esperando? No actuar no solo es inmoral, sino también económicamente insostenible. Siendo justa, existen buenos ejemplos de intervención en Chile para aumentar la socialización, acciones emprendidas por municipalidades, juntas de vecinos, por algunos cafés literarios que promueven tertulias, clubes de lectura y actividades colectivas. O algunos programas de revitalización urbana participativa que ha impulsado el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Pero se trata siempre de casos aislados.
Como también lo son algunos espacios de cowork con propósito, los cuales no sólo ofrecen escritorios, sino que están diseñados para fomentar la colaboración, la creación de redes y la vida laboral compartida. O los casos de inmobiliarias que también han trabajado de mejor manera el desarrollo de espacios comunes y de encuentro.
Hay sin duda oportunidades para las empresas para abordar este desafío con más consistencia y a mayor escala. Éstas también pueden actuar a nivel interno, pues tienen el poder de transformar los espacios y entornos donde sus colaboradores se relacionan, fomentando una cohesión social que genera tanto impacto positivo como crecimiento sostenible.
La soledad no es un tema privado ni menor. Es una pandemia silenciosa que deteriora vínculos, debilita comunidades y erosiona el tejido social. Pero también es una oportunidad: una invitación para que las empresas se reconecten con su sentido de propósito más profundo y generen impacto real desde lo humano, lo relevante y lo contingente.
En un mundo donde las empresas siguen luchando por construir recordación y preferencia y, sobre todo, vínculos de confianza y sentido a largo plazo, participar de ámbitos tan relevantes como éste, para las personas y la sociedad, es sin duda un camino deseable, incluso urgente.
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