Salario mínimo, ¿pan y cebolla?

El dicho popular, tantas veces repetido, “contigo pan y cebolla”, constituye una verdadera institución en algunos sectores del país, apelando al amor como la fuerza capaz de unir a dos personas aún en la pobreza, aún en situaciones complejas.

Y si bien es cierto que muchas familias y parejas se sostienen con este sentimiento, aún en condiciones realmente adversas, la verdad es que cuando vemos que Chile crece, que aumentan los recursos y que tanto nos alegramos de pertenecer a un selecto grupo de países con mayor desarrollo, asociados en la OCDE, el refrán comienza a generar cierto ruido, pues no es justo que mientras el uno por ciento de la población en nuestro país concentre prácticamente toda la riqueza, millones de familias deban subsistir con un salario mínimo de sólo $ 182.000 y que, literalmente, alcanza para comprar sólo pan y cebolla.

Hoy más de un millón de chilenos gana el mínimo o menos y ni siquiera cubren la línea de la pobreza familiar.

Así las cosas, avanzamos hacia un punto de inflexión, donde definitivamente hay escenarios y realidades que ya no se sostienen, entre ellas, un salario mínimo que hoy es francamente una provocación.

Acabamos de conmemorar el Día de los Trabajadores, miles de personas colmaron las principales avenidas de diversas ciudades del país y desde todos los sectores escuchamos demandas que se resumen en la urgente necesidad de mejorar las remuneraciones y las condiciones laborales de millones de trabajadores y trabajadoras. Las cartas hace rato que ya están sobre la mesa y, aún así, desde el empresariado y el propio Gobierno, se pretende invisibilizar este hecho.

Este debate se genera un mes antes de analizar en el Congreso el reajuste al salario mínimo y coincidiendo, además, con un hecho que contrasta con la búsqueda de mayor equidad: me refiero al ingreso de un ajuste tributario que, a todas luces, beneficiará a los sectores con más recursos, aun considerando la situación de más de un millón de chilenos que viven con el mínimo, una abierta provocación a millones de familias.

Esto, porque para ser claros, y tal como ya lo hemos reiterado, los beneficios serán para sólo 542 mil contribuyentes, los más ricos de Chile, cuyo ingreso tributario va desde $1.4 millones y que pagan $62 pesos mil mensuales de impuesto, hasta 21 mil contribuyentes que tienen un ingreso promedio de $9.5 millones mensuales , que tributan $2.7 millones por mes. En la otra vereda, chilenos que hacen malabares para llegar a fin de mes.

Si bien en la actualidad el ingreso per cápita se eleva a 18 mil dólares, un estudio de la Fundación Sol afirma que el 60 por ciento de los chilenos no supera los 3 mil 500, en tanto el 0,1 por ciento más rico genera cerca de 112 mil dólares per cápita anuales. Con estas características, hablar de país desarrollado es a lo menos confuso y extraño.

La bancada de la Democracia Cristiana ha solicitado una Sesión Especial para debatir sobre el sueldo mínimo, pero agregando también la necesidad de avanzar en salarios diferenciados por regiones; sesión que ha quedado fijada para el próximo miércoles.

Esperamos allí, reiterar nuestro compromiso para elevar la actual cifra de 182 mil pesos, procurando avanzar, además, en un sistema que nos permita ir reajustando este salario con mayor justicia, equidad y compromiso social.

La ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, señaló que elevar la cifra del salario mínimo provocaría elevar el desempleo en un 10 u 11 por ciento, cuando numerosos economistas han sostenido lo contrario.De hecho, los estudios disponibles a nivel mundial y en Chile no muestran evidencia empírica contundente al respecto. No es posible seguir avalando inequidades que aumentan día a día la frustración de las familias chilenas, frente a un sistema que, además, se enriquece a costa de ellos.

Por otra parte, el Gobierno pretende desviar la atención hablando de un ingreso ético, que no es otra cosa que la suma de algunos bonos con determinadas condiciones. La apuesta debe orientarse a elevar el salario mínimo que reciben los trabajadores y que, en definitiva, tal como está, hoy no dignifica la tarea diaria y, por el contrario, sólo contribuye a acrecentar las diferencias y vulnerabilidades.

Si Chile tiene más recursos, la distribución de la riqueza requiere urgentes cambios y cada vez con mayor celeridad.

Al “Contigo pan y cebolla”, con justicia y necesidad, debiéramos agregarle una canasta digna, pensando en el bienestar y la calidad de vida de todos, y no sólo de unos pocos.

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