Acuerdos desde la buena fe y el respeto mutuo

Se ha intentado demonizar la conducta del Partido Socialista, en orden a su no aceptación a las invitaciones formuladas por el Gobierno a personalidades específicas, para participar en comisiones que intentan construir grandes acuerdos sobre temas relevantes y de interés nacional.

Se ha dicho que hay una conducta obstruccionista, que se hace una oposición dura, por cierto de ningún modo “linda”, que no se aprecia la sana intención del Gobierno de consultar otras opiniones, que esta conducta lo distancia del resto de la oposición, que es una política infantil y sin destino, y otras opiniones.

Pero, ¿cuál es el problema? La ausencia de parte del gobierno del valor de la buena fe en la invitación.

Si el gobierno tuviese la genuina y sincera vocación de construir espacios para grandes acuerdos previos a la discusión parlamentaria, lugar donde finalmente se toman las decisiones en una democracia, tal como lo señaló en su oportunidad la Presidenta de la Corporación, debiera haber considerado algunas premisas básicas para el éxito de su empeño.

En primer lugar, debiese haber formulado la invitación a instituciones. Si se trataba de involucrar a parlamentarios, debió conversarlo con los partidos con representación parlamentaria y estos a su vez, designar a sus representantes, de modo tal de institucionalizar la invitación y de paso dar carácter vinculante a los acuerdos logrados.

Por el contrario, si se quería una aproximación más programática, la invitación debió hacerse a centros de pensamiento vinculados con los partidos y con conocimiento de estos, e incluso podrían haber participado representantes de la sociedad civil concernientes al tema de la invitación.

Nada de eso se hizo. Se invitó a dedo, con total arbitrariedad, sin claridad con el criterio de la designación y generando más de algún conflicto interno en las colectividades involucradas, toda vez que tenía carácter personal y por cierto no vinculante

Mas aún, se tomaron decisiones al margen de la comisión correspondiente sin informar a aquella. ¿O acaso, los miembros de la Comisión para la Infancia sabían que se aumentaría el aporte a los guardadores privados, o de la disminución del compromiso presupuestario para Sename, que fue repuesto luego de la denuncia hecha por el Partido Socialista?

En segundo lugar. De ser genuina la vocación por el diálogo, no se habría persistido en el error y por el contrario, se habría enmendado pero pudo más la ganancia de corto plazo y la pequeñez de introducir fisuras en la oposición e incluso con algunos incautos al interior del propio partido.

En tercer lugar, es no entender la naturaleza y carácter del Partido Socialista. Este es un partido de más de 80 años, que ha puesto, con errores y aciertos, el interés de Chile y de sus habitantes, especialmente los más desposeídos en el centro de su conducta política y que nunca se restará a avanzar en aquello que es mejor para estas grandes mayorías pero que lo hará desde el respeto a su identidad, su historia, y por cierto a su institucionalidad.

La ciudadanía nos entregó el mandato de ser oposición, es un mandato soberano  y se asume con humildad pero con rigor.

Denunciaremos todo aquello que atente contra las mayorías ciudadanas, que infraccione las normas de convivencia democrática, que altere las normas legales y reglamentarias que deben ser cumplidas celosamente por la Administración, con mucho respeto pero con celo y ante los organismos correspondientes.

Y por cierto con total severidad, si los errores constituyen infracción y más aún, si estos son constitutivos de delito. Es la tarea de ser oposición.

Pero siempre estaremos dispuestos a colaborar activamente en todas aquellas políticas públicas que sean en beneficio de todos los chilenos, especialmente aquellos que más lo necesitan, cautelando la certeza de tales políticas, que sean sostenibles en el tiempo y que no descuiden otras tareas de similar relevancia.

A esa invitación, los socialistas estaremos siempre dispuestos a acceder. Si se respeta nuestra identidad e institucionalidad, siempre será posible el debate, la discusión y el acuerdo. Si no existe buena fe y respeto mutuo, no será posible.

Cuando el Gobierno invita a los gremios, lo hace a través de su estructura directiva. Cuando invita a los sindicatos, lo hace a través de sus centrales. Cuando invita a las iglesias, lo hace a través de su jerarquía. Es decir, siempre reconoce sus respectivas institucionalidades y estructura. Es de respeto básico.

Cuando no lo hace de ese modo, se trata de una operación política que burla el propósito declarado. Lo transforma en burdo. Desmiente el sano interés por el país. Lo hace pequeño. Lo transforma en un acto de mala fe.

El Gobierno tiene en sus manos la iniciativa. Para ello, la ciudadanía lo mandató con un importante respaldo. Por su parte, el Partido Socialista cuenta con una bancada de diputados, la más numerosa de la Cámara como partido político de oposición y una importante bancada de senadores, cuenta con los presidentes de ambas corporaciones y una historia de responsabilidad política que le ha entregado tres Presidentes a Chile, la primera mujer reelecta y una vocación democrática conocida.

Si hay buena fe y respeto institucional, se puede y se debe. El Gobierno tiene la palabra.

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