El mantra del cambio

La abstención en la última elección municipal, probablemente, alcanzará un 65%. Sin embargo, tras la derrota en diversos municipios de candidatos emblemáticos de la Nueva Mayoría en comunas fuertemente disputadas, ha surgido de manera recurrente, desde la derecha, la apelación al cambio.

Parece ser que muchos interpretan la derrota de la centro izquierda como una expresión de que los chilenos quieren un cambio a manos de la derecha. Efectivamente los chilenos parecen querer cambios, pero eso no hay que confundirlo con la simple alternancia en el poder local como se está haciendo tras la última elección municipal.

Creer que los afanes de cambio de la ciudadanía se expresan simplemente con dar el triunfo a candidatos locales de Chile Vamos, en desmedro de los de la Nueva Mayoría, es no entender los subterfugios e intersticios profundos que hoy atraviesan a la política y la sociedad chilena. Es ahí donde se hace necesario entonces ver los datos de la abstención, pues solo un 35% aproximado de las personas con la facultad de ejercer su derecho, no su deber de votar, lo hicieron.

La resaca del triunfalismo puede no ser tan grata el día de mañana si no se considera de manera menos miope lo que implica el actual proceso político chileno. Pero eso es lo que parece estar ocurriendo frente a los datos de esta última elección.

A la derecha en ese sentido, al parecer, se le subió el aperitivo en el cóctel. Por eso, suena extraño escuchar a Andrés Chadwick, como forzando un dejà vu, decir que los chilenos quieren “vientos de cambio”, repitiendo el trillado eslogan que adornó parte de la campaña de Sebastián Piñera en 2009. Ante el optimismo del ex ministro, no está demás preguntarse de manera dual ¿fue el afán de cambio el que provocó el triunfo de Bachelet en 2013 o fue lo que propició la derrota de la derecha ese mismo año? Aunque parece que fuera una sola pregunta, en realidad son dos bien distintas.

¿Qué clase de cambios quiere la ciudadanía y qué clase de cambios les ofrecen Chile Vamos y la Nueva Mayoría? Preguntarse esto es clave si se quiere conformar un proyecto político de largo plazo y no uno reducido a pequeños triunfos electorales o a los vaivenes, a veces engañosos, de la opinión pública, como le ocurrió a Michelle Bachelet en su segundo gobierno. La gente no quiere cualquier clase de cambios y menos simulacros de cambios.

En ese sentido, lo esencial de la última elección municipal es que obliga a la clase política a ponerse a pensar en serio para hacer política en serio. Contrario a lo que en su fuero interno piensa la mayoría de los políticos, la abstención no es un reflejo de simple flojera ciudadana sino que denota que el proceso político y su dinamismo, no está siendo canalizado y captado por ellos.

Es decir, que son ellos los que deben cambiar en ese sentido, de algún modo. Esto puede ser beneficioso pero también riesgoso para la democracia, pues o se despliega la democracia o se cae en la demagogia irresponsable. Sin embargo, el exceso de corto plazo está impidiendo ver en perspectiva el problema de fondo que vive la política chilena.

Cuidado con el cóctel.

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