¡Exijo mi pasaporte latinoamericano!

Jorge Pablo González
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Acabo de leer la noticia acerca del nuevo pasaporte común que la Unión Africana lanzó para todo el continente africano. Es decir que se están conformando algo así como los Estados Unidos de África, y los ciudadanos de cualquiera de los 54 países que conforman esta nueva entidad podrán viajar mostrando ese pasaporte común. Y siento una tristeza enorme, al ver que incluso hasta los africanos nos llevan la delantera. Me recuerda una vez más lo dicho por el ex presidente Mujica, acerca del peligro de que América Latina se quede rezagada  en la historia, y se convierta en una hoja que se lleva el viento.

Tuve la experiencia de vivir muchos años en EEUU, y debo reconocer que me daba gusto ver que, a pesar de lo inmenso que es ese país, uno a veces se encuentra con gente que proviene de los lugares más recónditos y desde los Estados más alejados.

¡Yo quiero y exijo reemplazar mi pasaporte chileno por mi pasaporte latinoamericano!  Obviamente este pasaporte no lo quiero para viajar por el continente, porque en realidad me gustaría que si voy a Colombia, Costa Rica o México ni siquiera me detengan en la frontera o me pidan el carnet. Lo quiero porque constato que nuestros países no tienen ningún peso internacional.  

Considerando cómo está la situación del mundo en este momento, y sobretodo cómo se están desenvolviendo los conflictos geopolíticos, la verdad es que nuestra voz no se escucha, no tenemos ningún peso, ni específico ni absoluto. 

Hace un par de años Brasil, nuestro país más grande, quiso dárselas de potencia e involucrarse en el conflicto sirio, cuando el gobierno de ese país tuvo que deshacerse de sus armas químicas.   Sin embargo, su intento no duró mucho, y fueron las grandes potencias las que finalmente se encargaron de ese problema.  Repito, no tenemos ni voz ni peso.  

Algo se ha avanzado con Mercosur, Unasur, Alba, Celac, y ahora Alianza del Pacífico.  Pero todavía, o quizás cada vez más, estas organizaciones parecen un “plato de espaguetis”, tal como dijo hace un tiempo la actual directora del FMI.  ¿Desde dónde hasta dónde llegará la futura unión de nuestros países? Parece que nadie lo tiene claro.

Lo más lógico sería que desde Chile hasta México, ya que la historia y la lengua nos une.  Pero parece que nadie tiene claro algo tan obvio. Quizás la Celac sea la institución que más se acerca a lo que yo aspiro. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. 

El primer problema es que el nombre lo encuentro horrible. Me hace recordar el nombre del postre “Cerelac”. Aunque repitiéndolo varias veces suena como un nombre aborígen, y ya comienza a sonarme bonito.  Celac, Celac, Celac.  Where you come from? I come from Celac. Vous venez de quel pays? Je viens du Celac. No suena tan mal.  Pero sugiero llamar a un concurso internacional y ponerle el nombre definitivo.  

¿Porqué no llamar a la nueva entidad, de una vez por todas, “Latinoamérica”. A algunos este nombre parece que no les gusta, pero eso es porque no se quieren mucho a sí mismos.  Yo sí me quiero a mí mismo y me gusta mucho ese nombre. Que los expertos se reúnan y decidan, pero para que algo exista tiene que tener un nombre. ¿Cómo estaríamos viajando a EEUU. Alemania, China o Turquía y mostrar nuestro pasaporte que diga “República de Latinoamérica”? Me sentiría importante, me sentiría perteneciente a algo grande.  Y orgulloso de que Chile es parte de esa entidad tan gravitante. 

En América, en el continente americano,  viviríamos entonces los latinoamericanos y los angloamericanos. Y la idea, por supuesto, sería ser sanos competidores, y no sanos subordinados. De paso, deberíamos exigir no seguir llamando americanos a los angloamericanos (estadounidenses), ya que ese nombre es una mala traducción de “americans”, que a su vez es un gentilicio incorrecto. No es culpa nuestra que Estados Unidos tenga un gentilicio incorrecto.

Hace un par de años, estando en USA, se me ocurrió tener una aventura, la loca idea de venirme recorriendo en auto desde Cleveland, en el estado de Ohio, hasta Santiago de Chile.  Me preguntaba porqué al parecer nadie lo hacía, y comencé a averiguar cuáles eran las razones. Buscando en internet me topé con la verdad,¡no se puede! La carretera panamericana se corta en un punto, en la frontera entre Panamá y Colombia. En la selvática región que llaman el tapón del Darién.

He preguntado a muchas personas y hasta ahora nadie ha podido responder. Hay varias hipótesis para explicar porqué aún no existe un carretera en esa zona, pero la que me parece más verosímil es que los angloamericanos no han querido que desaparezca ese ´tapón´. ¡Deberíamos exigir que se abran las fronteras!

Por estos días he escuchado con pena las declaraciones de nuestras autoridades acerca de nuestros problemas con Bolivia. Bueno, el ministro de RR.EE, independiente de lo que él crea, tiene que decir lo que la mayoría de chilenos quiere escuchar.  Me entristece la falta de visión, las declaraciones que nos retrotraen al pasado. Parece que todavía estuviéramos viviendo en el siglo XlX, poco después de la guerra del Pacífico. 

Los chilenos vivimos en una mentira. Que yo sepa esa guerra no fue un conflicto por territorio, sino por franquicias tributarias. Sin embargo, nuestros bisabuelos se robaron cientos de kilómetros de territorio. Y yo no estoy dispuesto a seguir soportando esa carga sobre mis espaldas, que se va a hacer cada vez más pesada. Porque pienso que incluso en el caso de que la Corte de la Haya falle a nuestro favor, es una ilusión pensar que los bolivianos se quedarán tranquilos. Es mentirle a los chilenos, como dicen ahora. 

Sin embargo, sinceramente pienso que la solución no es devolver tierra ni devolver mar. La única solución es abrir las fronteras!  Repito… los africanos nos llevan la delantera. No quiero ser un rezagado en la Historia. ¡Exijo mi pasaporte latinoamericano!

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