Llevo días recibiendo felicitaciones por haber aparecido en la primera lista de 130 mujeres habilitadas para participar en directorios. La iniciativa del gobierno, difundida por los medios, tuvo un impacto simbólico.
Un cierto reconocimiento y validación de que somos quienes decimos ser, que estamos formadas adecuadamente, que tenemos recorridos que nos habilitan.
Las mujeres requieren validarse más, demostrar más, cacarear más sus logros. No alcanza con serlo, hay que probarlo reiteradamente. Y ese ejercicio es doblemente costoso.
Estudios prueban lo que dicen las grandes empresas: las mujeres tienden a rechazar ascensos porque no están convencidas de merecerlos. Los hombres los toman de inmediato, sin dudar jamás de sus capacidades. Esto se llama el síndrome del impostor.
Pareciera ser que creemos que hay que ser mejores de lo que ya somos para ser nombradas, elegidas, ascendidas. Y las que lo asumen con naturalidad, suelen pagar el precio de la crítica.
Este alegato es tan antiguo y mantiene su vigencia, a pesar de los gestos y avances que se empiezan a vislumbrar. Ya en 1792, Mary Wollstonecraft, una de las figuras fundacionales de la filosofía feminista, publicó “Vindicación de los Derechos de la Mujer” donde argumentaba que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación.
El problema es que las cosas cambian a paso de tortuga. Recién en 1980 fue elegida democráticamente la primera mujer presidenta, la Islandesa Vigdís Finnbogadóttir. Desde entonces, sólo 75 mujeres han ocupado los cargos de Presidenta, Primera Ministra o Jefa de Estado. En Chile, 62 hombres y una sola mujer han ejercido esa responsabilidad. Pongo el foco en el liderazgo máximo, porque es ahí donde se definen las grandes cuestiones del planeta. Seguimos teniendo una mirada de hombres. Y cuando discutimos sobre competitividad, crecimiento, generar políticas públicas que faciliten la incorporación femenina en todos los ámbitos es una de las medidas centrales.
El listado aparentemente ha tenido efecto. Un mes después de su publicación, cinco mujeres acaban de ser incorporadas a directorios de las AFP, en un cupo de 10. Las aplaudo con orgullo y felicito este avance.
La iniciativa de la ministra de la Mujer, Isabel Plá va en la dirección correcta. Pero debo confesarme, también siento desasosiego. Según un informe del Foro Económico Mundial, a esta velocidad, eliminar las brechas de género tomará 202 años. Duele aceptar que ni mi generación ni la próxima vivirán para verlo.
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