La Nueva Mayoría y la restauración conservadora

Era un secreto a voces que el PS, a pesar de las resistencias internas, iba a terminar apoyando el acuerdo electoral y político con la DC para la elección de concejales. Hace unos meses, la idea era que la próxima municipal fuera enfrentada al interior del oficialismo en un inédito esquema de alianzas: tres listas y un nuevo eje dominante.

Los partidos del conglomerado se reagrupaban en tres listas de concejales: la DC con los radicales, el PS con el PPD y el PC con el MAS y la Izquierda Ciudadana. A su vez, se instalaba un nuevo “eje dominante”  conformado por el pacto PS-PPD que fortalecía el polo progresista del conglomerado. Sin embargo, en un par semanas el escenario cambio radicalmente.

¿Qué determina este cambio?

Tres hechos modificaron el panorama. El primero, es el voto político que aprueba la DC en el Consejo Ampliado de principios de noviembre en el sentido de pactar con el PS una lista de concejales. El segundo, tiene que ver con el hecho de que la coalición, el gobierno y su proyección más allá de esta gestión se han ido debilitando fuertemente en las últimas semanas. Y por último, los cálculos electorales que muestran cuáles son los mejores rendimientos para lograr la mayor cantidad posible de concejales.

Estos hechos que presionan y condicionan el giro político al interior del conglomerado surgen a partir de tres preguntas que la coyuntura instala.

¿Cómo hacer que la DC no se sintiera “arrinconada” y se comprometiera con el gobierno y la coalición?

¿Cómo se fortalece el gobierno en una coyuntura compleja?

¿Cuál es la fórmula electoral más adecuada para el mejor rendimiento electoral?

De este modo, en un abrir y cerrar de ojos se modificó un esquema interno de alianzas que apuntaba a que el péndulo del poder al interior de la Nueva Mayoría se instalara a la izquierda con el consiguiente debilitamiento de la DC y con los riesgos de debilitar los apoyos al gobierno y de proyectar una coalición reformista.

¿Qué implica políticamente este hecho?

Lo más relevante, no es que se compita en dos o tres listas de concejales, sino que se articula, desde el socialismo han dicho que no, el eje PS-DC que ha sido el lugar desde donde se ha conducido el programa de centro-izquierda desde los noventa. De este modo, se neutraliza el tránsito del eje dominante PS-DC al PS-PPD y, se vuelve al esquema de la moderacióny consenso que caracterizó los veinte años de concertación democrática.

Este esquema es, de algún modo, un retorno a la moderación conservadora, al progresismo neoliberal y al rol centrista de los socialistas. En efecto, este acuerdo viene a moderar las tendencias reformistas y puristas de la Nueva Mayoría. Este acuerdo viene a dar por terminado el ciclo reformista de Bachelet.Este acuerdo viene a neutralizar y a debilitar las fuerzas progresistas del socialismo y de la Falange.

Este acuerdo, en definitiva, viene a instalar los equipos políticos que van a conducir, si es que hay, la segunda fase reformista; es decir, el pacto PS-DC viene a generar las condiciones políticas, ideológicas y electorales para el retorno de la vieja concertación en la conducción de la Nueva Mayoría. El retorno de Lagos y las opciones de Insulza, Walker o Burgos son el reflejo de una tectónica del poder que ha comenzado el camino a su lugar natural: La Moneda.

¿Qué pasa con las reformas?

La situación económica y política del país genera un impulso regresivo para la agenda reformista.Es decir, luego de terminado el ciclo Bachelet comienza una fase que va estar centrada en el crecimiento, en estabilizar las reformas del primer ciclo de la Nueva Mayoría -tributaria, educacional y laboral- y en conducir el proceso constituyente.

Si bien, la agenda de transformaciones estructurales no está agotada, sobre todo  en los enclaves neoliberales del modelo, no será un tiempo para más reformas ni para más presión financiera sobre el Estado. Se abre, por tanto, un ciclo de moderación que va estar conducido por Piñera o por un socialista.

Sin embargo, la proyección de la Nueva Mayoría requiere del lubricante del cambio. De hecho, el conglomerado tiene en su ADN la voluntad transformadora de todas aquellas estructuras e instituciones que generan desigualdad y exclusión. Por ello, una segunda fase no se puede llevar adelante sin una agenda de cambios que le siga dando sentido político al proyecto reformista. En consecuencia, tendrá que existir algún tipo de transacción entre las dos almas del oficialismo como la única forma de seguir avanzando unidos.

La gran lección del período.

La gran lección de este gobierno es que una gestión que impulsa una agenda de transformaciones para la inclusión, en el marco de una sociedad neoliberal, no sólo necesita de una conducción política clara, ordenada y coordinada, sino también de mayores grados de cohesión política, ideológica y programática. Esto es, justamente, la mayor carencia y debilidad del oficialismo. Ese es, su mayor pasivo.

En consecuencia, la proyección de la Nueva Mayoría bajo la conducción de los moderados requiere para ser eficiente coherencia ideológica y un fuerte compromiso programático. Por ello, para lograr ese objetivo se requiere una depuración del conglomerado en el sentido de que no pueden seguir conviviendo en un mismo gobierno sectores conservadores, neoliberales y progresistas. Son tendencias, sin duda, incompatibles. El pacto PD-DC retarda estas definiciones.

No se trata, finalmente, de desconocer el hecho de que un proceso de cambios sociales “estructurales” como le llaman, requiere, así lo demuestra la experiencia, de la unidad política y social de la centro-izquierda. Ese, por tanto, no es el dilema; al contrario, lo que el conglomerado requiere son definiciones programáticas e ideológicas al interior de cada partido que generen un pacto político más homogéneo y que haga posible avanzar en una agenda de cambio con coherencia y fuerza política.

Ha llegado, por tanto,  el momento de la depuración de la Nueva Mayoría no sólo para defender las reformas estructurales de este gobierno, sino también para seguir impulsado los cambios que la agenda de la igualdad demanda aun cuando sea bajo dirección moderada.

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