¿La vuelta de la tortilla?

Sin duda es la primera reflexión que surge de los resultados de las pasadas elecciones. Si en el primer proceso convencional la derecha quedó sin capacidad de veto y el triunfo fue para la izquierda y extrema izquierda, ahora es justo al revés, quién pierde la capacidad de veto es la centro izquierda y la izquierda y quién tiene el control del proceso es la extrema derecha y la derecha.

Ahora, hay un pequeño gran detalle que hace la diferencia entre ambas votaciones. El primer proceso fue con voto voluntario y accedieron a las urnas 6 millones de personas. El de ahora con voto obligatorio y votó el doble; sobre los 12 millones de ciudadanos.

Por lo tanto, comparar ambas votaciones es un ejercicio algo inútil con poco sentido porque no se están abordado realidades similares, sino diametralmente distintas. ¿Habría sido el mismo resultado de la anterior elección con el voto obligatorio? Parece que no. La tarea ahora es visualizar el futuro a partir de esta realidad.

La única votación anterior con voto e inscripción obligatoria fue la que rechazó la anterior propuesta constitucional (antes existió el voto obligatorio pero con inscripción voluntaria). Sorprende constatar que la relación de votos entre los que aprobaron y rechazaron es muy similar al resultado de la actual elección si agrupamos a los partidos que lo representaron. El Rechazo obtuvo el 61,89% y en la última elección los que lo representaron obtuvieron 61,97% de los votos válidamente emitidos. Por su parte, el Apruebo fue 38,11% y los partidos que lo apoyaron en la actual elección obtuvieron 37,53%. Como ven resultados casi calcados.

La mayor diferencia entre ambas está en los nulos y blancos. Mientras en la votación anterior nulos fueron 1,54% de los votos, hoy fueron casi el 17%; mientras los blancos en la anterior elección fueron 0,59% y en la actual 4,55%. Esta es la mayor diferencia entre las dos últimas elecciones.

Si bien hubo una concertación de votantes para macar o no marcar su voto en esta dirección, hay condiciones propias de una elección de este tipo que inducen a un mayor número de nulos y blancos. Primero entendamos que votar aprobar o rechazar es mucho más fácil que elegir entre muchos candidatos. Por lo mismo no es extraña la diferencia.

Sin negar que en estas cifras hay nulos y blancos concertados, la obligación a votar, por desconocimiento de algunos sectores se induce a muchos errores. A modo de ejemplo: consultamos a un matrimonio de condiciones muy humilde y con quién tenemos un contacto habitual ¿cómo le había ido con la elección? Ella dijo que no sabía por quién votar y lo hizo por cualquiera. Ni siquiera se acordaba su nombre. Su esposo por la misma razón voto nulo. "Lo importante era votar para no tener la multa", nos dijeron.

En momentos que se escrutaban los votos en las mesas de sufragio por la televisión mostraban estos votos y muchos eran por un desconocimiento más que por manifestar una opinión. Un caso muy repetido era aquellos que votaban en Santiago por 5 personas de listas distintas y eso es coherente erróneamente con el mensaje de que se elegirían 5 consejeros en la capital.

Algunos países como Argentina, Bolivia, Brasil y Uruguay tienen voto obligatorio y, en general, se registran altos niveles de votos nulos y blancos en estas elecciones. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de Argentina en 2019 el porcentaje de votos nulos fue de 4,33%, mientras que el porcentaje de votos en blanco fue de 6,24%. Ese porcentaje en conjunto equivale aproximadamente a la mitad de lo que ocurrió en nuestras pasadas elecciones. Eso nos podría mostrar el peso real de quienes se concertaron para hacerlo.

En definitiva ¿Qué está pasando en Chile?

Mi hipótesis es que con el voto obligatorio se representa el rostro real de Chile. Con el voto voluntario acceden quienes tienen mayor conciencia política y por lo mismo adquieren más preponderancia quienes se involucran más con el devenir del país. En tal situación la izquierda y centro izquierda tienen mayor participación.

Con el voto obligatorio hay mucha gente que "no está ni ahí" con la política y su posición es más conservadora, por lo que al final vota por aquellos que le aseguren mayor seguridad. Es la gente de trabajo que uno escucha decir "la política no me da de comer" o "pase lo que pase con esta elección tengo que seguir pelándome el ajo".

Hay sectores que han leído esta realidad y, en vez de informar y educar al votante, han preferido mentir o contar medias verdades. Eso fue evidente en la franja electoral donde no se sabía que se estaba eligiendo. Aseguraban que los constituyentes enfrentarían la delincuencia y la violencia existente. Lo decían porque saben que es lo más sensible hoy en la sociedad, pero mienten cuando ofrecen algo que no tienen ninguna posibilidad de cumplir, ya que su labor es hacer una Constitución, que si bien tendrá que considerar aspectos que aseguren la paz social, es también evidente que no tienen capacidad alguna de implementarlo hoy cuando aparece la urgencia.

Situación muy parecida ocurrió en la votación del Apruebo o Rechazo del proyecto anterior, donde las mentiras en todos los medios fueron la gran tendencia de las redes. Ahora, en ningún caso, creo que hayan sido la principal causa del rechazo o de la votación actual, pero si ayudó.

Sin duda que esta nueva realidad constatada no significa que no haya factores como el voto de rechazo al gobierno que no hayan influido en los resultados. Sin embargo, su importancia real solo queda a nivel de hipótesis o especulación porque no hay antecedentes objetivos que lo demuestren. Por de pronto no se ven claramente reflejadas en las cifras.

Lo único concreto es que en las dos votaciones aparece casi una plantilla del comportamiento electoral que nos muestra que estamos en una sociedad más conservadora de lo que creíamos. Habrá que ver cómo reacciona con la aparición de nuevas corrientes de centro como amarillos y otras que están en proceso. Si hay más de lo mismo no parece claro que se generen cambios sustanciales.

Ahora, mi mayor preocupación es que hay sectores políticos que usan y abusan de quienes tienen poco interés o preocupación por la política; generalmente personas más humilde y menos informada. Los usan como voto fácil de conquistar con mentiras que van en directo interés de su principal preocupación. Creo que la ética política debe ser abordada con mayor seriedad y responsabilidad. Es un tema que debemos enfrentar y no eludir como país. La tarea de la política es educar y no usar.

Sin duda hay una tremenda tarea para la política, adecuarse a esta nueva realidad.

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