Tregua

Bien es sabido que las coaliciones electorales distan bastante de las coaliciones políticas. Dicho de otra forma, el consenso de turno que permite muchas veces alcanzar el poder no asegura en ningún caso gobernabilidad. Esto ha quedado meridianamente claro las últimas semanas. Diputados oficialistas haciéndole la vida incluso más difícil a su gobierno, descolgadas declaraciones partidistas y peleas públicas entre personeros.

La reciente pugna entre el PS y el PC es elocuente. Vodanovic -presidenta del PS-acusando derechamente a la alcaldesa Hassler (PC) de "haber permitido el descontrol del comercio en el Paseo Ahumada". La alcaldesa, a su vez, imputándole aprovechamiento político. Jadue (PC) sumándose al conflicto, acusando a la timonel del partido de Allende de hipocresía.

Al mirar en perspectiva, podremos fácilmente advertir que las peleas internas no son patrimonio de la izquierda. Sin embargo, eso no implica desconocer las particularidades propias que se viven en Apruebo Dignidad. El drama es evidente y las crisis externas no hacen más que visibilizarlo aún más. En resumen, si hay alguna guerra que necesite tregua es más bien la que vive el oficialismo consigo mismo. La guerra entre sus almas pasadas -representadas por Diego Ibáñez y otros- y sus anhelos reales de gobernalidad.

Esa tensión ya ha sido advertida en reiteradas ocasiones y desde hace mucho tiempo, incluso por columnistas e intelectuales afines a las ideas progresistas.

Si el bloque político continuaba actuando bajo las lógicas asambleístas estudiantiles -decían-, muy difícilmente iban a dar con una estructura adecuada que les permitiera enfrentar los desafíos exigentes y cambiantes del gobernar. Las ideas y las culturas importadas del movimiento social les habían bastado para posicionarse, pero difícilmente iban a ser suficiente a la hora de crear un proyecto político sostenible en el tiempo.

El Presidente Boric pareció siempre comprender y compartir esas tensiones, pero aun así falló en reiteradas ocasiones en su intento por conducirlas de buena forma.

Y aquí estamos ahora. Con una coalición que gobierna y que sufre los desafíos ya avizorados. Con un proyecto carente de conducción y con autoridades que reconocen estar "aprendiendo" sobre la marcha. Y lo señalan luego de haber alcanzado el poder, con la candidez propia del protestante. Pero de un "protestante" que no se gestó en la calle (como lo sugiere el diputado Ibáñez), sino más bien obstruyendo en el congreso o pontificando en algún municipio o ministerio.

Como bien señala el Presidente, La Moneda necesita una "tregua", pero una tregua más bien en su guerra interna. Si lo que buscan es un proyecto que sea sostenible para Chile, deberán de una vez por todas romper ciertas lealtades con ellos mismos y cuestionar sus estructuras, sus culturas y su pasado.

El alcalde Tomás Vodanovic ha demostrado recientemente que eso es posible. Sin embargo, difícilmente sus esfuerzos llegarán a buen puerto si se siguen quedando en la mera reflexión de confesionario (por más genuina que sea). El objetivo será mirar un poco más afuera. Proteger y visibilizar las dificultades para dar con un proyecto distinto, que sea sostenible y responsable para Chile. Y ese proceso no será "buenista", sino más bien duro y doloroso.

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