Hace pocos días, la encuesta Black & White entregó los resultados de un sondeo que tuvo como foco los cinco años que se cumplieron desde el estallido social y los cambios sociales que se han registrado desde entonces, especialmente en materia de polarización.
La encuesta profundizó entre el Chile de "antes" y "después" del 18-O, y cómo esa polarización se percibe creciente entre distintos grupos sociales, esto es: Entre las izquierdas y derechas, empresarios y trabajadores, personas mayores y jóvenes, según ingresos y sexo. Esto nos debe llevar a reflexionar como país, más allá de una fecha conmemorativa.
Estamos en un país que oscila entre los extremos, y si bien se señala en el mismo estudio que el Gobierno de Boric y el estallido son factores que aumentaron la división, podemos decir que esta realidad polarizada es absolutamente global. Y el principal sospechoso causante de todo esto son las redes sociales por sus algoritmos que buscan mostrarnos contenido bajo una sola perspectiva que nos haga sentido como individuos, restringiendo de alguna manera información de distintos espectros que nos den una visión más global de lo que sucede en realidad.
Las RR.SS. gozan de mala fama también por otros motivos. Hace tiempo se sabe que Facebook, Instagram y TikTok son altamente adictivos y contribuyen con la crisis de salud mental de los niños y adolescentes. Esta semana supimos que META, la empresa de Mark Zuckerberg, tendrá que enfrentarse a una demanda interpuesta por decenas de fiscales generales estatales en Estados Unidos que afirman que el grupo ha contribuido a sabiendas a la crisis de salud mental, haciendo que enganchen a las RR.SS.
Pero a pesar de los antecedentes, como una droga, en casi todo el mundo seguimos usando felices las redes y permitiendo que nuestros hijos también lo hagan. Hacemos un poco la vista gorda. Esto, porque las distintas RR.SS. y apps nos ofrecen soluciones que facilitan nuestra vida. O tan solo entretención sencilla, visual, magnética.
La gran misión de las redes sociales en el corto plazo es lograr los efectos positivos de su uso, disminuyendo al máximo los negativos. Hacer que los momentos cotidianos de los seres humanos sean especiales, tal como lo hacen decenas de otras marcas que invierten en la felicidad de sus clientes sin causar efectos negativos o estragos como los que vemos en personas de corta edad o la polarización entre tantos grupos.
Quizás, debieran volver a sus orígenes y repensarse como la posibilidad, antes inimaginable, para la conexión humana, el intercambio de ideas, la educación y la solidaridad. Hoy en día, muchos movimientos sociales, causas benéficas y redes de apoyo nacen y florecen en estos espacios. Las redes también han dado voz a quienes antes no la tenían, permitiendo que comunidades marginalizadas encuentren su lugar y se fortalezcan.
El desafío, entonces, no es abandonar las redes, sino aprender a usarlas de manera responsable, con una mirada crítica pero también constructiva. No le quitemos responsabilidades a Zuckerberg y otros: Sus creaciones deben asumir un rol más proactivo en la generación de un entorno que favorezca el bienestar y la felicidad. Esto no solo es posible, sino necesario. Así como hay empresas que invierten en la felicidad de sus clientes con productos y servicios saludables, las redes sociales también pueden contribuir a la salud mental y a una mejor convivencia social, si se gestionan de manera ética.
Quiero cerrar siendo positivo: Imaginemos un futuro en el que las redes sociales fomenten una cultura de empatía, respeto y apoyo mutuo, donde las interacciones en línea sean una extensión de lo mejor de lo que somos como sociedad. Si logramos equilibrar los beneficios que ofrecen con un compromiso más profundo por nuestro bienestar colectivo, las redes pueden ser un espacio en el que, lejos de dividirnos, encontremos más razones para unirnos y ser más felices.
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