Soberanía y seguridad alimentaria fue el tema central en el debut del Congreso Futuro en la Región de Los Lagos. Esta materia resulta especialmente relevante para una región que lidera la producción de alimentos ricos en proteína -carne, leche, salmones y mitílidos- pero cuya población local consume productos de menor calidad, mayoritariamente importados de Asia o de nuestros vecinos sudamericanos.
La discusión sobre la soberanía, la seguridad y la sustentabilidad alimentaria no admite marcha atrás ni puede reducirse sólo al ámbito académico. La necesidad de mejorar y diversificar la producción de alimentos para mantener la calidad de las exportaciones y garantizar, a la vez, un adecuado nivel de consumo interno se ha convertido en un imperativo al que los gobiernos, centrales y regionales, deben poner especial atención.
En este escenario, el mar ofrece un conjunto de soluciones de futuro, que van mucho más allá de la actividad pesquera extractiva.
La FAO sostiene que el pescado, sus derivados y los productos marinos en general deben ser considerados como elementos de la seguridad alimentaria y la nutrición. Entonces ¿Qué estamos haciendo nosotros como región y como país para avanzar en esa línea? No podemos conformarnos con la idea de producir salmones y mejillones de calidad sólo para exportar.
En Chile consumimos en promedio 14,9 kilos de pescado al año, muy debajo de la media de América latina, que es de 20 kilos. Los vecinos peruanos, con menos costa que Chile, consumen 22,2 kilos. Los españoles bordean los 40 kilos anuales y los japoneses superan los 50 kilos. Según la encuesta Nacional de Salud, apenas uno de cada 10 chilenos consume habitualmente productos del mar.
En algunas regiones del país se están llevando a cabo acciones destacables: En Coquimbo ya se está produciendo congrio colorado de cultivo, por ejemplo, mientras en otras zonas se avanza en el cultivo de corvina y tilapia.
Las algas también son un área importante de explorar. Poco habituales en nuestra dieta, son de amplio consumo en Oriente por sus amplias propiedades nutritivas.
La región de Los Lagos tiene un vasto y reconocido potencial para producir diversos tipos de algas comestibles, a las que se les puede dar valor agregado. Para desarrollar su cultivo se requiere un esfuerzo mancomunado del gobierno, las universidades y las personas y organizaciones que se hagan cargo de esa producción.
Enfrentar estos desafíos requiere investigación, recursos y voluntad, tanto de las comunidades como de las autoridades que toman las decisiones. Las investigaciones están hechas. Las universidades poseen estudios más que suficientes sobre este tema, sus académicos cuentan con la capacidad y la disponibilidad para trabajar en estas materias. De ello han dado prueba más que suficiente los trabajos de las universidades de Los Lagos, Austral y San Sebastián, entre otras. Las comunidades costeras de la región de Los Lagos están dispuestas a dar el salto. Y las empresas salmoneras también han manifestado su disposición a contribuir en este proceso, porque comprenden que la sustentabilidad depende de la capacidad de diversificar la actividad acuícola.
Incentivar la seguridad alimentaria requiere un cambio de paradigma, desarrollando producciones de pequeña escala, de buena calidad y a precios razonables, para cubrir el mercado interno, e incentivando el consumo de productos que hoy no tienen una gran demanda pero que poseen un gran potencial, como ocurre con las algas.
¿Qué pasa, entonces, que no se ha avanzado? Claramente los gobiernos -ni este ni los anteriores, ni en el nivel nacional ni en el regional- han logrado dimensionar la magnitud del cambio que podría provocar una política pública apuntada a la acuicultura, con recursos, planes de acción y metas claras y bien definidas. La falta de voluntad política nos deja todavía muy lejos de garantizar niveles aceptables de soberanía, seguridad y sustentabilidad alimentaria. La región y el país requieren nuevas rutas para modificar la realidad actual.
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