Constituyentes universales

El 7 de mayo tuvimos elecciones para decidir quiénes escribirán la próxima propuesta constitucional y, como es esperable, el proceso -desde que comenzó el 2019- ha estado lleno de momentos complejos, polémicas, desacuerdos y acuerdos. No es fácil determinar la Constitución. Ni del país, ni del Universo. Tres días después de estas importantes elecciones, el 10 de mayo, se cumplió un natalicio más de Cecilia Payne, quien propuso en 1925 que las estrellas están formadas principalmente de hidrógeno y helio. Así, el mismo año en que Chile sufría otra crisis, llevando a la redacción de una nueva Constitución (1925), Cecilia Payne gatillaba una crisis al proponer que la constitución del Universo debía ser diferente a la que se creía.

Cuando Newton formuló su Teoría de la Gravitación le dio un sustento poderoso a la idea de que las mismas leyes de la Física son válidas en todo el Universo, tanto para cuerpos celestes, por ejemplo, como para objetos en nuestro planeta. Una especie de versión científica de las palabras que, según el relato bíblico, mandataron a Pedro: lo que ates o desates en el cielo, será atado o desatado en la Tierra. Desde entonces (desde Newton, no desde Pedro), y a medida que se fueron descubriendo los diversos elementos químicos, prevaleció la idea de que la constitución del Universo no podía ser muy diferente a la de nuestro planeta. Lo cual no es una mala aproximación en principio, pero, como dice el dicho, el demonio está en los detalles.

A principios del siglo XX, la revolución científica liderada por la Mecánica Cuántica y la Teoría de la Relatividad condujo progresivamente a nuevos consensos. En 1920, basado en los nuevos conocimientos sobre la equivalencia entre materia y energía, y el comportamiento de las partículas subatómicas, Arthur Eddington propuso que las estrellas obtienen su energía a partir de la fusión de hidrógeno para formar helio, abriendo la puerta a imaginar que las estrellas pueden producir elementos cada vez más pesados en nuevos procesos de fusión. No fue una idea bienvenida, y tenía su cuota de especulación (habría que esperar un par de décadas para que se estableciera como correcta).

En ese contexto, sólo cinco años después, Cecilia Payne presentó su tesis de doctorado, en la cual concluyó no sólo que en las estrellas había átomos ionizados, sino que la cantidad de helio, y sobre todo de hidrógeno, era muchísimo mayor que en la Tierra. En consecuencia, el hidrógeno debería ser el elemento más abundante en las estrellas y, por ende, del Universo. Su descubrimiento fue recibido con escepticismo, al punto que la misma Payne no lo siguió defendiendo, y sólo varios años después se le reconocería, cuando otros científicos llegaron a la misma conclusión en sus propios trabajos.

El trabajo de Cecilia Payne es aún más notable cuando se considera que, en esa época, ni siquiera se pensaba en la idea del Big Bang, la gran explosión que dio comienzo al Universo, propuesta por George Lamaître en 1931. Una vez que esta noción se estableció, fue natural pensar que el Universo estaba inicialmente a una altísima temperatura, donde ningún elemento podría existir, y sólo al enfriarse aparecerían núcleos atómicos, primero los más livianos y más fáciles de formar, luego los más pesados. Las estrellas se encargarían de los elementos aún más pesados.

De hecho, según los cálculos actuales, minutos después de la explosión inicial, sólo los primeros 4 o 5 núcleos más livianos se formaron: hidrógeno, helio, litio y berilio. Quizás boro. Ahí nació el litio, uno de los constituyentes primordiales del Universo, y que posiblemente en nuestro nuevo ordenamiento constituyente tenga otro rol primordial, dada la creciente importancia estratégica que tiene en nuestro electromóvil planeta. No en vano se discute en nuestro país una Estrategia Nacional del Litio, que llevó a Elon Musk a declarar que este mineral es muy común en la Tierra, pero lo que importa es la capacidad de refinamiento.

Son curiosas las vueltas de la vida. Al Universo le costó muy poco crear litio, pero no es sencillo extraerlo. Uno de los pocos elementos privilegiados en su creación durante el Big Bang es relativamente raro en el Universo, pero bastante ubicuo en nuestro planeta. No es casualidad que haya sido descubierto, en la Tierra, en objetos de lo más comunes, como ciertos tipos de piedra ("lithos" en griego). Y por azares insondables, tras 15 mil millones de años, la mayor parte de las reservas mineras de litio de este minúsculo planeta quedaron en Chile, dejándolo en el centro de tantas conversaciones sobre políticas públicas y desarrollo para nuestro país. Un elemento constituyente antes y ahora.

El gran comunicador científico Carl Sagan dijo en su momento que estamos hechos de material estelar, aludiendo a esos átomos que las estrellas crearon, y luego liberaron a su alrededor. También tenemos, cerca de nosotros, cenizas aún más antiguas, provenientes del explosivo comienzo de nuestro Universo. Nos toca usarlo sabiamente.

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