Medir el ruido para mejorar la vida de las personas

Coescrita con Caroline Stamm, investigadora CEDEUS y académica del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC

El 23 de abril se lanzó el nuevo mapa de ruido del Gran Santiago, por parte del Ministerio de Medio Ambiente. Es un instrumento metodológico clave de gestión ambiental para estimar el nivel de ruido ambiental, comprender su distribución geográfica y la población afectada y así diseñar políticas públicas en este ámbito. En esta versión 2023 se estima que, en las 35 comunas del Gran Santiago Urbano, 12% de la población está expuesta a niveles de ruido inaceptables en el día y 15% en la noche.

Estos números son más bajos que los datos mostrados del mapa anterior de 2016, y en parte se explica por el avance en políticas publicas ambientales, como la política de electromovilidad que ha significado un cambio en la flota de autobuses de transporte público, y también los cambios de comportamientos por efecto de la pandemia, como la reducción del tránsito vehicular, con el desarrollo del teletrabajo, entre otros factores.

Además de celebrar la actualización del instrumento, es relevante complementar este tipo de instrumentos con otros para entender el ruido en la ciudad de manera más holística. En efecto, los mapas de ruido se elaboran a partir de una modelación de niveles de ruido generados por el tránsito vehicular y no por percepción de quienes habitan la ciudad. Es importante recalcar que hay otras fuentes de ruido en la ciudad y es sabido que los niveles de ruido no son un elemento suficiente para entender este fenómeno desde un punto de vista social.

La complejidad de la relación entre el ser humano y el ruido no depende solo de mediciones acústicas, sino también de la sensibilidad al ruido y la actitud hacia la fuente de ruido, y otros factores como la edad o el género. Por ejemplo, el ruido de una cascada, a pesar de ser elevado, puede ser agradable para las personas. Otro ejemplo: durante la pandemia bajó el ruido del tránsito y emergieron sonidos que estaban tapados antes, pero aumentaron las denuncias por ruido.

Como ya lo decía Murray Schafer en 1977, el paisaje sonoro está cambiando en el mundo, y lo sigue haciendo de mano con los cambios sociales y tecnológicos en las ciudades. La percepción del sonido en su dimensión integral, tanto negativa como positiva, ha sido conceptualizada desde el término de paisaje sonoro, el cual se ha desarrollado para complementar y complejizar los enfoques en término de nivel de ruido, abarcando una diversidad más amplia de factores que integran la experiencia humana. Permite además no limitar el estudio a los factores negativos asociados al ruido, sino también a dimensiones positivas de los sonidos.

Algunas experiencias internacionales presentan marcos interesantes para seguir este camino, como la política de paisajes sonoros del País de Galles desde el 2018 y con su actual Plan de Ruido y Paisajes Sonoros 2023-2028 o los proyectos desarrollados por Sounds in the City en Montreal y Québec, por citar algunos. Este enfoque desde la percepción y los paisajes sonoros es un desafío para las políticas públicas, pero que debería ser tomado para mejorar no solamente la salud, sino la calidad de vida y la cohesión social, para construir ciudades más sustentables.

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