Con el 40% de la observación astronómica concentrada en nuestro norte, Chile es hoy la capital mundial de la astronomía. Aunque a esta honrosa posición aportan, ciertamente, condiciones climáticas de excepción y una sólida institucionalidad, poco se conoce de la indispensable y creciente contribución que realiza nuestra diplomacia científica.
En efecto, por su escala de ambición, recursos involucrados y naturaleza eminentemente internacional, el desarrollo de proyectos astronómicos requiere del cultivo de vínculos de confianza y cooperación de largo plazo que son propios de la diplomacia. La diplomacia científica, en este sentido, contribuye a la construcción de las condiciones mínimas que se encuentran a la base del desarrollo científico de frontera.
Atendiendo a esta realidad, recientemente visitamos, junto a una delegación de estudiantes de la Academia Diplomática de Chile, el observatorio de la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (ESO), en la Región de Antofagasta. En dicha oportunidad, ambas instituciones suscribimos un memorándum de entendimiento que, en lo sucesivo, nos permitirá potenciar el desarrollo de capacidades de nuestros jóvenes diplomáticos y diplomáticas en la dimensión científica de nuestro quehacer internacional y dar proyección a nuestra imagen país.
El aporte de la diplomacia se encuentra en el origen mismo de nuestra presencia astronómica, en la década de 1960, cuando, como país, decidimos aprovechar nuestras ventajas comparativas y convertirnos en un polo de desarrollo de esta ciencia. En 1963, por ejemplo, una ley concedió a la Universidad de Chile la facultad de suscribir acuerdos con entidades científicas internacionales y se otorgó estatus diplomático a quienes las integran. Ese mismo año, al convenir la instalación de un observatorio en el país, reconocimos a la ESO como un organismo internacional equivalente a la Cepal. Con estas medidas, Chile se posicionó como un actor confiable que fomenta la cooperación científica y da garantías sustantivas para su desarrollo.
Desde entonces, pasamos a ser el hogar de algunos de los observatorios más avanzados del planeta. Destacan, por mencionar algunos, el proyecto ALMA y, próximamente, el así llamado Telescopio Extremadamente Grande (ELT), de impresionantes 39 metros de diámetro. Hacia 2030, nuestro país concentrará más del 60% de la infraestructura astronómica terrestre, con una inversión extranjera superior a los seis mil millones de dólares. Además, el gran volumen de datos generados por estos observatorios posicionará a Chile como un gran laboratorio de Big Data sobre nuestro universo.
Conscientes de la centralidad de la astronomía para el futuro de la humanidad, como país promovemos la protección de los cielos ocursos y silenciosos en diversos foros multilaterales. Creemos indispensable que la comunidad internacional tome medidas concretas que aseguren la existencia de condiciones propicias para el estudio del cosmos.
Una virtud de la diplomacia científica es que ella cataliza sinergias entre múltiples actores y territorios en pos del desarrollo nacional y de la humanidad. A nivel local, los proyectos astronómicos crean empleos y generan inversión en las comunidades aledañas y las regiones donde se encuentran. Asimismo, ellos estimulan la investigación a nivel regional y nacional por medio de alianzas con nuestras universidades.
Nuestra comunidad científica tiene asegurado el acceso al 10% del tiempo de observación con la más avanzada tecnología en su campo. A nivel estatal, la diplomacia científica también estimula la colaboración entre la Cancillería y el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, cuyo liderazgo ha sido clave en estos avances.
La diplomacia científica ha puesto el nombre de Chile al centro de avances científicos de frontera. Para continuar siendo líderes, nuestro desafío es seguir generando nuestras capacidades técnicas, crear infraestructura y, sobre todo, preservar nuestro sello de confianza a nivel mundial, un aporte sustantivo de nuestra política exterior al desarrollo nacional. Ciencia y diplomacia van de la mano.
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