En esta fecha, hace 14 años, todo Chile estaba en vilo esperando noticias sobre los 33 mineros sepultados tras el accidente de la mina San José, ocurrido el 5 de agosto de 2010, y cuyo rescate culminó exitosamente casi tres meses después, el 13 de octubre, cuando emergieron del pique en la cápsula "Fénix", uno a uno, sanos y salvos.
Fue un hecho inédito, que alcanzó cobertura mediática global, cuyo foco estuvo principalmente en la historia de resiliencia y supervivencia personal de los mineros. La asombrosa historia y rescate hizo que no se prestara mucha atención a un hecho también inusual: La colaboración entre la empresa privada, Gobierno, Fuerzas Armadas y las empresas de defensa, que hicieron posible la hazaña tecnológica que permitió el rescate.
Aunque infrecuente por estos lados, es este tipo de colaboración el que no solo ha dado nacimiento a un largo listado de tecnologías, que hoy son ubicuas en nuestras vidas, sino que han sido el germen y motor principal de lo que conocemos como el ecosistema de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación (CTCI).
Este tipo de colaboración se vio reforzada por las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría (de aquella guerra fría, entre US y la antigua URSS) viviendo un momento de apogeo, que significó que la inversión en I+D+i en defensa, tuviera un impacto directo en el desarrollo del país en cuestión. Una de las aristas más visibles de este impacto, fue la transformación de las tecnologías resultantes en productos y servicios en el mercado civil (o dual), desde el mismo internet hasta el repelente de mosquitos, pasando por el horno microondas y el GPS.
El término de la Guerra Fría y la aparente época de estabilidad duradera que siguió trajo como consecuencia un recorte en los presupuestos de defensa, y comenzamos a vislumbrar un nuevo fenómeno: la incorporación en la defensa, de tecnologías nacidas en el mundo civil.
Así, si en un comienzo era la inversión militar la que alimentó el desarrollo científico, tecnológico e industrial de los países, poco a poco el mundo civil tomó el liderazgo, desarrollando tecnologías indispensables para la defensa. Desde los drones, ubicuos en la guerra de Ucrania y la crisis de Yemen, hasta la biología sintética y la computación cuántica, pasando por la integración acelerada de la inteligencia artificial, es ahora la defensa la que incorpora desarrollos civiles para obtener sus capacidades.
La dualidad, por tanto, no es una declaración políticamente correcta del complejo industrial militar, sino una verdadera necesidad del sector. La aplicación civil permite acceder a financiamiento, público y privado, no disponible para iniciativas puramente militares. Además, al existir un mayor mercado, permite continuidad en la demanda de los productos y servicios basados en esa tecnología, creando economías de escala que hacen rentable la instalación o modificación de la infraestructura productiva, y hace que esta industria sea atractiva al escaso talento especializado. No menos importante, la dualidad moviliza el apoyo ciudadano para proyectos que suelen ser impopulares entre los votantes.
En el mundo, son diversas las iniciativas de defensa que consideran la dualidad en el corazón de sus operaciones. No son solo proyectos de la industria global de defensa (como Lockheed Martin, SAAB, Airbus, o Thales), o de los fondos de inversión de riesgo especializados (como ScaleWolf, MoonShots Capital, o Booz Allen), sino también de iniciativas gubernamentales (como la Defense Innovation Unit US, JHub Defence Innovation UK, o la Agence de l'innovation de défense FR), intergubernamentales (DIANA, Defense Innovation Accelerator for the North Atlantic) e incluso, iniciativas mixtas, como el NIF (NATO Innovation Fund), el primer fondo de inversión de riesgo soberano, con más de un billón de euros para invertir en tecnologías duales.
¿Qué tiene que ver esto con el rescate de los 33 mineros? Fue precisamente en esta ocasión que se conjugaron las capacidades de la industria de defensa, la empresa privada, el Estado y las FF.AA., para desarrollar la tecnología que hizo posible el rescate. Es esta fecha (13 de octubre), la elegida para conmemorar el "Día de la innovación en defensa", en cuyo proyecto de Ley se impulsa además la creación de un fondo de fomento a este tipo de colaboración. A esta iniciativa se suman la ratificación del tratado RDT&E, para la I+D conjunta con EE.UU. en innovación dual, y el avance de dos grandes programas de defensa, que consideran la dualidad en su diseño: el Plan Nacional Continuo de Construcción Naval (que busca que el 100% de la flota sea construida localmente) y el Sistema Nacional Espacial (que busca dotar de capacidades espaciales al país).
Más aún, como una forma de aprovechar esta oportunidad, Chile estudia la creación de un Instituto Tecnológico Público de innovación en defensa. Esta instancia no solo busca fomentar la innovación dual y convertir a la defensa en un motor de desarrollo científico, tecnológico e industrial para el país, sino que, dados los diferentes ámbitos de política pública que involucra, puede convertirse en un nuevo espacio de diálogo entre actores sociales de la máxima relevancia para el desarrollo nacional.
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