La transformación digital sin duda está cambiando la forma en que hoy interactuamos con nuestro entorno. Manifestaciones inequívocas de que esta expresión es la proliferación de dispositivos móviles y la irrupción tecnológica en los más amplios aspectos de la vida cotidiana y empresarial.
Protagonistas de este fenómeno son el Big Data, la analítica de datos, los soportes “en la nube” y la Internet de las Cosas, conocido como IoT por sus siglas en inglés. Este último concepto no es nuevo en la industria tecnológica, pues su utilización incluso es anterior a 1999, cuando su impulsor y referente, el investigador británico del MIT, Kevin Ashton, acuñó el término.
A primera vista, el Internet de las Cosas parece algo sumamente complejo: el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEE), la mayor asociación internacional sin fines de lucro formada por profesionales de las nuevas tecnologías, lo define como “la visión de una red auto configurable, adaptiva y compleja que conecta “cosas” a la internet mediante protocolos de comunicación estandarizados.”
Sin embargo, en la práctica resulta bastante más sencillo, pues se trata de la interconexión digital de objetos cotidianos con la Internet. Así, el IoT está presente en múltiples actividades, que van desde el manejo de las luces de la casa hasta el registro, control y monitoreo de una flota de camiones de una empresa. En otras palabras, el IoT permite comunicarse globalmente mediante la red a objetos que antes operaban por separado, generando - de paso - valiosos paquetes de datos que nos permitirán entender mejor los gustos y hábitos de las personas.
Según un estudio de BI Intelligence, para el año 2020 habrá 34 mil millones de dispositivos conectados a Internet, una cifra ampliamente superior a los 10 mil millones que había en 2015. Asimismo, los dispositivos IoT representarán 24 mil millones, mientras que los informáticos tradicionales, como smartphones o tablets, serán 10 mil millones.
Las empresas que entienden que la gestión de estos datos y dispositivos no es una moda pasajera obtendrán mayores ventajas competitivas. Según datos de la consultora IDC, solo en Latinoamérica las empresas gastarán este año en IoT unos US$ 274.200 millones, cifra 3,9% superior a 2016.
En Chile, sin embargo, todavía no nos subimos de lleno a esta ola mundial. Eso al menos muestra la encuesta realizada por la empresa Redd a más de 150 ejecutivos nacionales para saber el conocimiento que tienen las empresas del IoT.
Por una parte, el 34% de los encuestados señaló que su empresa no conoce este término y apenas el 37% respondió que sus empresas invertirán en IoT en los próximos 2 años. Lo destacable de este estudio es que muestra que son las Pymes las que están más familiarizadas con este tema y que ven mayores beneficios en este tipo de soluciones.
Las empresas en Chile tienen que ver los grandes beneficios que les puede dar a sus negocios el IoT. En el mundo, las organizaciones que ya emprendieron este camino, entendiendo que podrán reducir costos de operación, aumentar la productividad y expandirse a nuevos mercados o desarrollar nuevas ofertas de productos.
A su vez, para aprovechar todo el potencial de las soluciones del IoT es fundamental que las empresas partan por atreverse a dar el salto y estén abiertas a un cambio cultural, algo que es considerado como la principal barrera para la implementación de esta tecnología.
El Estado, en tanto, también tiene que hacerse cargo de los desafíos regulatorios que presenta esta ola tecnológica, vinculados principalmente a la seguridad informática, la protección de datos y la infraestructura.
Todavía hay margen para que las autoridades fomenten y faciliten el uso de soluciones de Internet de las Cosas para mejorar la productividad del país e, incluso, para uso propio y así mejorar la calidad de vida de las personas.
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