Zona de sacrificio urbano: un asunto de seguridad

El Gobierno ha puesto en marcha el plan "Calles Sin Violencia", que considera a nuestra comuna -Estación Central- entre las primeras 46 que formarán parte de esa intervención. Nos parece bien que se avance en acciones concretas para enfrentar el crimen organizado que agobia a nuestras comunidades, sin embargo, es fundamental asumir una arista poco considerada dentro del complejo tramado que explica la aguda crisis de seguridad que vivimos: las formas de desarrollo urbano y su impacto en los territorios.

Sostenemos que nuestra comuna ha sido tratada como una "zona de sacrificio urbano". En poco tiempo se permitió, mediante autorizaciones ilegales concedidas en las administraciones anteriores (en total impunidad y sin sanción política), la construcción de gigantescos edificios cuya ocupación significó casi duplicar la población de la comuna. A esto hay que sumar la actual crisis migratoria, que ha propiciado la llegada de miles de personas al país, especialmente a Estación Central, sin ningún tipo de control.

La voracidad del negocio fácil y la lenidad de las autoridades de la época generaron un cóctel que ha significado una profunda herida, arruinando la vida de las vecinas y vecinos de los barrios colindantes y provocó, aquí está el punto central, una situación de inseguridad sin precedentes en la historia de Estación Central.

¿Cómo una comuna puede, de la noche a la mañana, hacerse cargo de un flujo de personas como la recibida sin que exploten todas las posibilidades de convivencia medianamente sana, y se dispare la criminalidad?

El tiempo transcurrido, y otras preocupaciones nacionales, han ido invisibilizando este tema. Pero cuidado, la molestia de la comunidad sigue ahí y crece día a día. Como las placas tectónicas, acumula energía y termina explotando. Por supuesto que no queremos eso, pero la indignidad a la que se han sido sometidas las personas, incluidas las que habitan los propios megaedificios, demuele la paciencia y provoca desesperación.

El tema es aún peor. Al mismo tiempo que se anuncia el plan "Calles Sin Violencia", se agudiza la presión, mediante oficios de la Dirección de Desarrollo Urbano del Minvu dirigidos a nuestra Dirección de Obras Municipales, para que se dé vía libre a la recepción de al menos otros 10 megaedificios, construidos bajo las mismas condiciones ilegales de los anteriores.

Son, mínimo, 6 mil nuevos departamentos, que en cifras conservadoras significarían la llegada de otras 24 mil personas a Estación Central. ¿Qué sentido podría tener cualquier plan de contención de la violencia, si al mismo tiempo se genera este nivel de violencia estructural? ¿Qué lógica resiste esta sin razón?

Por supuesto que el costo, una vez más, lo pagarían las vecinas y vecinos de Estación Central, y en muchos casos también quienes llegan a habitarla con la promesa de vivir en una comuna híper conectada. El desarrollo urbano consciente y equilibrado, que no sacrifica la dignidad de las personas, para satisfacer la voracidad del negocio, es ante todo un tema de seguridad. Si no lo entendemos así estaremos siendo, al menos, "cómplices pasivos" del avance del crimen organizado.

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