A pocas horas de los tristes acontecimientos en Francia buena parte de nosotros caemos en una especie de perplejidad primero escuchando con alguna incredulidad la radio y luego viendo en alta definición televisiva lo que apenas alcanzábamos a imaginar en los minutos anteriores. El espíritu del hombre llega a límites que nos son ajenos, dolorosos, deleznables y pronto insoportables mientras nos siguen llegando las imágenes desde la muy distante Francia y esperamos que nada de esto llegue a nosotros nunca y que lamentamos no poder hacer nada. Y con la conciencia tranquila nos vamos a dormir. Mañana es otro día.
Por supuesto las pérdidas, el descubrimiento reiterado de la pobreza superlativa del alma humana, el descontrol de la ira llevada hacia seres del todo inocentes, quedan como enormes figuras en el alma de quienes los viven. En Chile bien conocemos estos dolores.
Y bien lo sabía también César Vallejo al empatizar con ellos en el poema “Los heraldos negros” de su libro homónimo escrito por allá por 1917 (sí, hace casi un siglo).
“Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma. ¡Yo no sé!
Son pocos, pero son. Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas
o los heraldos negros que nos manda la Muerte”.
Tal vez he sido demasiado categórico con lo de “la pobreza superlativa del alma humana”. Usted me entiende. Yo sé que también hay gente dando un poco de su vida para construir un mundo mejor. Allá lejos sí. Pero también aquí mismo. Cerca nuestro. Pero faltan. Recurro al libro “Conversations avec Pablo Casals: souvenirs et opinions d'un musicien” de 1955. En él se lee la opinión de Einstein sobre este admirado cellista y director de orquesta español que viene al caso.
“Lo que yo particularmente admiro en él es la firme convicción que ha tomado, no solo contra los opresores de su país sino también contra esos oportunistas que están siempre listos a comprometerse con lo equivocado. Él percibe que el mundo está en un peligro mayor de caer en un abismo, no realmente por quienes toleran o estimulan la maldad, sino por aquellos que permiten que suceda”.
Einstein deja entrever acá algo importante, es necesario actuar. No importa cuán distante le parezca este conflicto. Usted. Yo. Nosotros. Puede/puedo/podemos hacer algo para ser parte de la solución. No sería malo al menos intentarlo. ¿Y es fácil? Indudablemente no.
El cantante español Joan Baptista Humet - lamentablemente ya desaparecido en 2008 - nos dejó una tremenda canción por allá por el año 1981 (que fue además muy bien versionada por Fernando Ubiergo) que tal vez sea excelente momento para desempolvar y cuyo título es “Hay que vivir”.
“Habrá que demoler barreras,
crear nuevas maneras
y alzar otra verdad.
Desempolvar viejas creencias
que hablaban en esencia
sobre la simplicidad.
Darles a nuestros hijos,
el credo y el hechizo
del alba y el rescoldo
en el hogar.
Y si aún nos queda algo de tiempo,
poner la cara al viento
y aventurarnos a soñar”.
Vuelvo al punto. Claro que no es fácil. Pero es un desafío al menos interesante que nos permitiría ir a dormir aún más tranquilos. Simples ejemplos que se me vienen a la mente.
No compremos juguetes bélicos. No estimulemos nunca la cultura de la Guerra. Hablemos en vez de discutir. Leamos más incluso de lo distante de nuestras opciones de vida pues de allí nace la verdadera tolerancia. Adoptemos una mascota que ahora es un sufriente indefenso en la calle y con ello creemos ejemplos de solidaridad. Comprométase con una causa que le dé nueva energía en la medida de su tiempo (un motivo ambiental o social de su elección no sería malo).
De vuelta este momento naturalmente triste para la humanidad (sin olvidar tantos otros que los medios no nos muestran). Peque de optimista.Tal vez como Walt Whitman.
“No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre”.
Por último si lo desea por supuesto no siga estos caminos que son apenas humildes consejos de quienes alguna vez llegaron por distintas vías a mis ojos y oídos y que hoy comparto. Busque los suyos. Sepa que tiene la oportunidad que otros en su dolor directo y rabia posteriormente comprensible tal vez ya no tendrán de la misma manera. Y ponga manos a la obra. Que así sea. Muchas gracias.
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