¿Y si las cosas no fueran como creemos?

Tenemos una de las más humanas y prodigiosas facultades: alucinar. Quizás esa es una de las determinantes para ser humano. La definen como experimentar una percepción real de algo aparente que no está realmente presente, por lo general como resultado de un trastorno mental o de consumir drogas.

Adviértase: lo definen como un trastorno mental o producto de las drogas. Al lector le solicito que olvide la frase anterior y que considere el proceso de alucinar un recurso o facultad mental humana que nos hace únicos y notablemente humanos para crear.

A los que nos atrae la Evolución consideramos que el homo sapiens tiene además de un cerebro más grande y la postura erguida en dos pies algunas distinciones exclusivas– el pensamiento abstracto, el lenguaje, la música, habilidades para fabricar herramientas, capacidad para resolver problemas, lenguaje simbólico, organizarnos en religiones, destreza manual además la capacidad de tener ilusiones, mitos y alucinaciones.

En el conjunto de nuestras distinciones señaladas líneas más arriba ninguna de ellas aparece en nuestros parientes más cercanos: los monos. Ellos no crean historias, música ni esculturas o pinturas como nosotros.

Considere algunas leyendas respetadas que no podrían ser ciertas como la Ilíada y la Odisea donde intervienen dioses del Olimpo en la guerra de Troya, la leyenda de la tradición anglo-sajona de Beowulf quien destroza al monstruo Grendel, Perseo cortándole tentáculos a la medusa, documentos acerca del origen del cosmos, fertilidad y nacimientos virginales, milagros certificados y ascensión a los Cielos y siga usted con su propia lista.

Por supuesto, me corregirán, que sepa distinguir entre leyendas, mitos y otras cosas ciertas.

Nótese que le atribuirán certezas según la conveniencia de religiones o historias. Mi opinión agrupa a gran parte, por no decir a todas, las creaciones humanas que han quedado en el testimonio escrito impreso y variaciones.

El soporte era el libro, la partitura y el cuadro; ahora desde la invención de Internet y las tecnologías, los testimonios son electrónicos. Con el objetivo de olvidarnos del olvido, queda la memoria impresa o en bytes.

Aclaro que bajo los efectos de algún alucinógeno la creatividad no aumenta. Al revés, como un tóxico se distorsiona la creatividad y lo único importante es darnos cuenta de la respuesta alucinatoria que está originalmente en algunos de nosotros y que se exacerba con estímulos bioquímicos o vivencias como el amor y la pasión por descubrir.

En tierra de poetas, estas opiniones puede que nos lleven a reflexionar.

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