Boca - River, dos clubes de barrio en Madrid

Felipe González Fierro
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En una decisión inédita, la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) finalmente definió la sede del partido de vuelta de la Copa Libertadores de América 2018: el estadio Santiago Bernabéu del Real Madrid, el domingo 9 de diciembre a las 16:30 hora de Chile.

Esta definición de la Conmebol no quedó exenta de polémica, al no elegir alguna de las opciones que se rumoreaba durante los últimos días. Brasil, Paraguay, Chile, EE.UU y Qatar, fueron las sedes que había sobre la mesa para reprogramar la final, pero la Conmebol se inclinó este jueves por la capital española, lo que rápidamente fue bautizado en las redes sociales como la final de la “Copa Conquistadores de América”.

“La final del mundo” como fue llamada esta final histórica entre Boca Juniors y River Plate de Argentina, siempre estuvo lejos de jugarse en el país trasandino, debido a la agresión al bus que sufrió el plantel xeneixe por un centenar de hinchas que se encontraban en los alrededores del Monumental de Núñez el sábado 24 de noviembre.

¿Y Boca ahora quiere jugar? A pesar que algunas informaciones de prensa afirman que el plantel quiere jugar la final, y ya habrían reservas de hotel de ambos equipos, el presidente Boca Juniors, Daniel Angelici, nuevamente aseguró a través de un comunicado oficial que el club xeneixe va a recurrir a la cámara de apelaciones de la Conmebol o al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) para no jugar el partido y adjudicarse la Copa por secretaría.

Por contraparte, el presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, durante la semana hizo un enérgico llamado a Angelici: “Juguemos el partido! No inventemos, vos firmaste conmigo, me diste tu palabra. No le hagas caso a los que te están diciendo que tenés que hacer esto (los reclamos para adjudicarse la Copa Libertadores). Hay que tener valores en la vida”, remató el presidente de los “millonarios”.

¿Quién perdió con todo esto? perdió el fútbol argentino y también Sudamérica, que quisieron mostrarle al mundo la histórica pasión por el fútbol en este lado del mundo, pero no hicieron más que reflejar las malas costumbres de algunos hinchas, la falta de educación y los malos manejos de algunos dirigentes del fútbol.

Mientras tanto en Buenos Aires, se montan los preparativos para la decimotercera cumbre del G20 que comienza este viernes 30 de noviembre, con un extraordinario operativo de seguridad, en un encuentro mundial que el gobierno de Macri espera llevar sin sobresaltos.

Finalmente, en lo netamente deportivo, el que más perdió fue River quien ya no tendrá el orgullo legítimo de jugar y quizás ganar el torneo en su estadio y con su gente.

Los repudiables hechos de violencia registrados en los alrededores del Monumental, grafican una pasión mal entendida, el odio hacia el clásico rival, e incluso una venganza por lo sucedido en octavos de final de la Copa Libertadores de 2015, en donde los hinchas de Boca lanzaron gas pimienta desde el túnel de salida a los jugadores de River, quienes quedaron visiblemente lesionados y no pudieron continuar el segundo tiempo del partido. Luego de aquello, Boca fue eliminado del torneo; el partido también iba empatado (0-0).

La final del mundo, entre “dos clubes clásicos de barrio”, como fue promocionado este histórico duelo, terminó siendo justamente un mal partido de barrio, con jugadores lesionados, con hinchas violentos y con dirigentes queriendo ganar por secretaría.

Y la Conmebol al final dio a entender que este partido no se pudo organizar en Sudamérica, por falta de garantías en seguridad, y también falta de voluntad de quienes están a cargo de estos clubes deportivos y sociales, los cuales llevan en gran medida una significativa carga histórica y cultural en Argentina.

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