Colo Colo nació como respuesta a aquella necesidad de alejar de las prácticas y de los camarines las disputas políticas y administrativas, para crear un equipo verdaderamente profesional que no se desviara del propósito principal: brindar un espectáculo de primer nivel para la alegria de la hinchada. Colo Colo fue, desde un comienzo, una gloriosa idea cuyos jugadores, desde ese 19 de abril de 1925 defienden con su escudo y su bandera.
Nos enorgullecemos de nuestro pasado, pero eso no implica desconocer los problemas que tenemos en el presente, sobre todo aquel que deriva de una concepcion económica del deporte: que el fútbol es un negocio. Entonces, si la respuesta a las sucesivas crisis del fútbol fue la creación de las Sociedades Anónimas Deportivas, en cuyo espíritu se encontraba la promesa de mejorar la administración de la actividad, la realidad lo desmiente: el fútbol está peor que en el pasado, porque los principales problemas del modelo anterior se siguen manteniendo, pero con menor pluralidad, menor democracia, menor transparencia y menor participación.
Debemos recuperar el espíritu que nuestro fundador, David Arellano, imprimió y reponer el carácter social del fútbol, que este modelo niega. Al menos, debiéramos pensar en un modelo mixto, que permita y otorgue a los clubes la opción de administrar su propia organización. En nuestro caso, Colo Colo es patrimonio nacional, le pertenece a su pueblo, toda su historia fue construida y protagonizada por los socios. Toda esa voluntad conjunta, toda esa fuerza popular, no puede quedar subyugada a un puñado de accionistas cuyo peso se calcula sobre la base de la cantidad de recursos de cada cual.
Este es un debate ineludible, porque somos la inmensa mayoría del pueblo colocolino, quienes creemos que nuestra pasión no puede estar sometida al poder del dinero, ni de minorías que sostienen su fuerza desde el tamaño de su billetera. La camiseta se defiende vistiéndola con orgullo y diciendo la verdad, aunque a algunos les duela.
Durante el desarrollo de los Juegos Panamericanos hemos visto cómo la alegria ha inundado las calles y los centros deportivos. El fervor y la pasión han estado a flor de piel. Este destello deportivo puede ser, seguramente, el momento oportuno para que el Gobierno y el Congreso Nacional escuchen este clamor que recorre las canchas y los camarines, y se sumen a la tarea de devolver el fútbol al pueblo y a los clubes.
Es una tarea necesaria y urgente, y requiere el concurso y la voluntad de todos y todas. Llegó el momento de repensar el modelo, eliminar el dinero como elemento esencial de esta pasión de multitudes, y devolver el fútbol a la gente. El pueblo colocolino así lo demanda.
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