Uno de los tres ejes propuestos en el reciente anunciado Proyecto de Ley de Flexibilidad Laboral anunciado por el Gobierno de Sebastián Piñera apunta a "pactar jornadas de trabajo alternativas que se puedan distribuir de forma más flexible", reduciendo los días de trabajo de 5 a 4, no así la jornada laboral. Un trabajador podría cumplir casi 12 horas de trabajo, sumando las 2 horas promedio de traslado diario.
Según el estudio Panorama Empleo 2017 de la OCDE, en promedio los trabajadores chilenos laboran 1.988 horas al año, muy por sobre el promedio de 1776 de los países la ODCE”.
Las y los chilenos trabajan en promedio 200 horas al mes, ubicándose asimismo entre los tres países peor pagados por hora, junto a México, Argentina y Brasil. Además de esta extensa jornada de trabajo laboral, no se garantiza mejor remuneración.
La historia del movimiento laboral desde el siglo XIX está marcada por grandes luchas que exigieron disminución de la jornada de trabajo, a veces hasta de 16 horas.
Es parte de los hitos que recuerdan la conmemoración mundial del Día Internacional de los Trabajadores (1 de mayo) e incluso el 8 de marzo, al rendir homenaje a las trabajadoras textiles de EEUU asesinadas en un incendio por exigir reducción de su jornada laboral, entonces de 14 horas.
La movilización de los trabajadores ha tenido el respaldo de leyes que garantizaron el descanso después de cada jornada como un derecho humano a nivel mundial.
Las jornadas largas y estresantes atentan contra la salud integral de cada trabajador. Según datos de la SUSESO (2016-2017), un 40 por ciento de las licencias médicas tuvieron diagnóstico de estrés laboral.
Es importante considerar las condiciones de seguridad y salud laboral a la hora de una propuesta en la materia, cuando puede ser la mujer trabajadora nuevamente la más perjudicada.
Cuatro de cada 10 familias chilenas son lideradas por una jefa de hogar. Un 73.4 por ciento de estos hogares son monoparentales, o sea, solo la mujer aporta. La mujer trabajadora debe regresar a su hogar y responder por las necesidades básicas de su vivienda y sus hijos: cocinar, asear, el colegio de los hijos.
La propuesta de Piñera es impensable frente a esta realidad para miles de ellas, con jornadas de 14 horas de trabajo y traslado, sin reconocer el derecho al descanso diario. Tal como indica la CUT, la iniciativa por tanto “es inhumana”.
Chile, en la década de los ochenta tenía una jornada de 44 horas, aumentada a 48 horas por el plan laboral de José Piñera. En la actualidad el Código del Trabajo establece 45 horas semanales de trabajo, fijando 9 horas diarias legales. Hoy más que retroceder, Chile debe defender los logros ya alcanzados y seguir mejorando las condiciones laborales, y no flexibilizar, como señala la propuesta de Piñera.
Por ello, la opción más coherente es la reivindicación actual de disminuir la actual jornada a 40 horas semanales de trabajo, que además de fomentar la productividad pone al centro la salud integral de los trabajadores y el derecho a la conciliación familiar y más tiempo con los suyos.
En materia laboral Chile debe apuntar a avanzar en materias de fondo. Enfrentar de manera definitiva y disminuir la desigualdad, aumentar el sueldo mínimo y garantizar un ingreso ético.
Un reciente estudio de la Fundación SOL indica que 3 de cada 4 trabajadores recibe menos de $ 500 mil líquidos de sueldo al mes, mientras que el 54,3 por ciento gana menos de $ 350 mil líquidos mensuales.
En el caso de las mujeres trabajadoras, aumenta la brecha: un 50 por ciento gana menos de $ 300 mil. Con 4 días de jornadas extenuantes, miles de mujeres “vivirían para trabajar”.
Se debe agregar además que la propuesta de Piñera propone alternativas de horario de inicio y término de jornada; imposición de horas extraordinarias a cambio de “tiempo libre”; anticipar o postergar la recuperación de horas de permiso autorizado y disminuir el tiempo de colación para adelantar el horario de salida.
Sin hacer mayor claridad, la flexibilidad laboral se impondría por sobre derechos laborales históricamente conquistados por los trabajadores, precarizando las condiciones de trabajo, sin hacer justicia tampoco con las brechas de género aún pendientes en detrimento de la mujer en el mundo laboral.
Y el compromiso de Chile con la OIT en materia de Trabajo Decente se sigue estancando.
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