Parar los femicidios es tarea de todos

Paola Vega Quezada (36) es la última y tercera víctima de femicidio en sólo un fin de semana en Chile. Paola salió de su casa la mañana del sábado 10 de mayo con destino a un supermercado y nadie supo más de ella hasta el día domingo, cuando encontraron su cuerpo sin ropa, con cortes, golpes y presunto abuso, debajo de los restos de un colchón en un cerro de la ciudad de Puerto Montt.

Asumiendo que los contextos son muy importantes para analizar los femicidios en cada territorio, es imposible no recordar las lecturas que he realizado sobre las asesinadas en Ciudad de Juárez. Cientos de mujeres mexicanas salen de sus hogares o lugares de trabajo y son sometidas a abusos que las llevan hasta la muerte. Sus cuerpos son dejados en lugares eriazos con los signos de la violencia más brutal que pudo vivir una mujer en los últimos minutos de su vida.

La estrategia de los agresores es clara frente a las marcas que dejan en los cuerpos de las mujeres, de las que abusan en todo el mundo. Cada marca es un registro que el agresor deja a la mujer que desafió al patriarcado.

Cada marca es un mensaje que busca disciplinar no sólo a la mujer agredida, sino que también a todas aquellas que están empujando los cambios hacia una sociedad donde la violencia contra las mujeres es un hecho inaceptable.

Cada marca busca deshumanizar a las mujeres y cosificarlas como indica el especialista en violencia basada en género, Miguel Lorente.

Por todo lo anterior, el cuerpo de Paola Vega, desnudo, con marcas y dejado bajo un colchón en un sitio eriazo, es la muestra que el agresor abusó y dejó en ese lugar una cosa y no a la mujer, profesora, amiga, hija que todos buscaron intensamente hasta el día domingo 11 de mayo.

¿Qué debemos hacer para detener la violencia contra las mujeres, para cambiar los comportamientos, actitudes e ideas que el agresor construye y ejecuta sobre las mujeres?

Nuestro país ha avanzado en lo que respecta a la atención y protección de la vida de las mujeres. Sin duda los centros de la mujer y las casas de acogida son una respuesta a aquellas mujeres que han tomado la decisión de romper con la relación de abuso.Es una salida importante, pero no sin problemas en su ejecución.

Son múltiples las descoordinaciones que día a día presenciamos de un sistema, donde no todos los actores han comprendido que el actuar oportuno, puede salvar la vida de una mujer.

El sistema cojea porque hay una falta de capacidades en muchos de estos actores.Muchos de ellos siguen operando con supuestos patriarcales y son incapaces de adentrase en el modelo mental con el que operan los agresores. Porque seamos claros, quien define cómo abusar, dónde abusar y cuándo abusar a las mujeres es siempre el agresor apoyado por contextos de impunidad.

Urge que en Chile los actores estatales, que se relacionan con esta problemática comprendan de una vez por todas lo que están enfrentando.

Por otro lado, es urgente abordar de raíz esta problemática.Es decir, contar con un Plan Nacional de Prevención de la Violencia contra las Mujeres, que contribuya a construir relaciones de respeto y reconocimiento entre hombres y mujeres desde que son niños y niñas. Debemos erradicar el machismo propiciando la construcción de múltiples y nuevos repertorios del ser hombre y mujer, donde el “ser abusador” no tenga cabida.

Nuevamente aquí son muchos los actores llamados al diseño, implementación coordinada y evaluación de un Plan que tiene este gran desafío.

Tengo la secreta esperanza que estamos en presencia de un Gobierno más sensible a esta problemática y que esta vez, las organizaciones de mujeres que históricamente han trabajado en estos temas –muchas de ellas en condiciones económicas y políticas precarias- estarán entre estos actores y en todas las instancias de la ejecución de la política.

Porque frente al horror que nos impone cotidianamente el femicida y la impunidad en la que hoy ejecutan sus abusos, debemos actuar todos quienes podemos aportar en la construcción de una sociedad libre de violencia basada en género.

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