La vida tiene matices, momentos, encuentros y desencuentros, sin embargo, la riqueza del día a día sólo se valora cuando sucede algo significativo, algo que cambia la perspectiva de las cosas, que nos lleva a una reflexión más profunda acerca de la vida. A eso llamo de espiritualizar el pensamiento. Y ¿sería posible hacerlo a través de la lectura de un buen libro?
Durante mi niñez, pocos fueron los libros que leí de principio a fin, uno de ellos fue “Ami, el niño de las estrellas”, escrito por Enrique Barrios; “Demián”, de Hermann Hesse; “El Principito”, escrito por Antoine de Saint-Exupéry; “Las Voces Del Desierto”, por Marlo Morgan y, ya casi terminando mi escolaridad, recuerdo a una tía que me pasó las fotocopias de un capítulo de un libro que más adelante supe como se llamaba. Ella me dijo, “a ver si te llega.”
Comencé a leerlas, y la lógica de lo que leía despertó mi curiosidad para aprender más y comenzar a estudiar la Biblia, pero de una manera diferente, buscando embeberme del sentido espiritual que va más allá de la letra.
Uno de los temas que se tratan en este libro, es Dios, Sus cualidades y lo bueno que es.
Luego cuando leí de la Biblia, “...porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande...”, sentí que me había pasado justamente eso. Había conocido más a Dios, a su hijo Cristo Jesús y, por supuesto, a su creación del todo buena. Esa y otras declaraciones fueron resonando en mi pensamiento de manera muy lógica, concreta y coherente.
Reflexionar acerca de las ideas de este libro, hizo que por la mera lectura de esas hojas sueltas tuviera mi primera curación.
En una oportunidad, cuando salía de la casa a tomar el bus para el colegio, al estar el pavimento con hielo, me resbalé y caí, torciéndome la muñeca. En el colegio me dijeron que era un esguince. Oré declarando que todo lo que Dios ha creado es bueno y reconociendo lo que dicen las Escrituras, “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
A la mañana siguiente, la muñeca de mi mano estaba totalmente sana.
Un tiempo después, pude leer todo el libro del cual mi tía me había prestado las copias. A partir de entonces mi vida cambió.
¿Por qué?
Sencillamente porque las maravillas descritas ahí contienen ideas que puedo aplicar en todo momento, que me conectan con la palabra inspirada de la Biblia y me ha sido una fuente continua de inspiración.
Este libro se llama Ciencia y Salud con la llave de las Escrituras y quien lo escribió fue Mary Baker Eddy, una mujer que no tuvo otro “móvil que poder aliviar los sufrimientos de la humanidad mediante un sistema sanitario que incluyera toda reforma moral y religiosa.”
Hay libros que dejan huellas, y hay libros que transforman vidas.
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