Si el líder no cambia, la organización no se transforma. Es así de simple. Se pueden invertir millones en incentivos, consultoría, propuestas internas, metodologías de distinto tipo que traten de impulsar a los equipos; sin embargo, si la visión de los líderes no cambia, no será posible que lo haga su empresa.
El líder es el principal agente de cambio; el gestor, propulsor; el que estimula, motiva, orienta, define y lleva adelante la nueva visión que se quiere conseguir.
Como toda transformación implica una trasmutación entre los viejos modelos y creencias hacia algo nuevo, es indispensable su rol en el proceso. En Iberoamérica las compañías, gobiernos y organizaciones de todo tipo se llenan la boca hablando de las habilidades blandas, modernización y reconversión, pero son muy pocas las que lo adoptan con la verdadera profundidad que se merece.
Así surge la figura de los genuinos “agentes de cambio”, líderes ensimismados con su rol -independientemente del cargo que ocupen - y que toman decisiones, actúan y afrontan el presente con la visión de futuro. Cada uno de sus pensamientos se enfoca en proyectar ese estado deseado al que quieren arribar.
El agente de cambio tiene como misión esencial provocar y generar permanentemente las acciones que promuevan una transformación de lo viejo a lo nuevo, pensando en el futuro deseado.
Trabaja directamente con y entre las personas, lo que produce un impacto directo en la cultura y los procesos. Es un colaborador que surge dentro de la organización, que necesita ser empoderado en concordancia con la dirigencia, de lo contrario, se frustra y decepciona al no poder avanzar.
El agente de cambio interno impacta por su ejemplo y sus acciones, e impulsa, motoriza, promueve y desarrolla prácticas que van en consonancia con el futuro deseado de la organización. Lo hace accionando en forma continua, promoviendo mejoras e impulsando ajustes hasta haber corroborado el rumbo.
Muchas veces los lideres dicen que hay que transformase y no logran se agentes de cambio. Esto se debe a creencias y limitaciones que los anteceden, al ego, miedos, a no querer salir de una zona de comodidad (verticalismo), entre otras.
El problema central es que, si el líder no es un agente de cambio, cualquier proyecto de transformación organizacional tiende a fracasar en el mediano y largo plazo.
Para transformarse en agente de cambio hay algunas características a seguir que pueden incorporarse mediante la práctica diaria, capacitaciones, coaching, espacios de conversación y diálogos apreciativos, convenientemente articulados en programas continuos, ya que no funcionará si se lo hace en forma esporádica.
Se debe desarrollar la habilidad de ser un visionario generando acciones pequeñas sostenidas en el tiempo, que provoquen un impacto real. Además, trabajar directamente con cada miembro de la organización, favoreciendo la creación de lazos de confianza y tendiendo puentes hacia lo desconocido.
La comunicación es fundamental, se estimula un proceso de escucha para la toma de decisiones y para la resolución de todo inconveniente que puede generar las transformaciones a la que se quiere llegar.
Finalmente comprende el sentido de transcendencia que tiene su rol. Es decir, sabe que lo que hace beneficia no sólo a él, sino al conjunto de la organización.
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