La huelga iniciada por los trabajadores y trabajadoras de Líder-Walmart agrupados en el Sindicato Interempresa (SIL) uno de los más grandes del sector retail con más de 17 mil socios, abre una tremenda oportunidad para el país para que debatamos de manera efectiva, concreta y aterrizada cuáles son los desafíos de la automatización de los puestos de trabajo y dejemos de hablar de esto como si fuera un problema teórico o - como lo han querido transformar algunos empleadores - que deje de ser un chantaje para nivelar hacia abajo nuestras condiciones laborales.
Hasta ahora, todo lo que habíamos visto en seminarios y debates han sido análisis de informes y documentos de organismos internacionales como la OCDE y OIT y proyecciones nacionales, respecto del impacto que puede tener la automatización en la cantidad de pérdida de empleo y en la creación de nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, a partir de la huelga del SIL, lo que uno está viendo es cómo aterriza en los hechos este impacto y cómo se da este debate entre empleador y sindicato.
Desde la mirada del sindicalismo, la discusión no es solo respecto de la revolución tecnológica y uso de nuevas tecnologías versus trabajadores sino de qué manera este proceso se hace a partir de una transición justa.
Eso significa que cuando las empresas - como Walmart - quieren avanzar en procesos de automatización, no sea a costa de derechos de los trabajadores; que la adaptación a nuevas formas de trabajo sea compensada con mejores y mayores condiciones, de tal manera que los trabajadores no sientan que deben aceptar cualquier condición laboral bajo el chantaje de que negarse significa entonces su reemplazo por una máquina o por cualquier otra herramienta digital. Las innovaciones tecnológicas permiten a las empresas abaratar costos, tener mayores niveles de producción en menor tiempo, pero esto no puede ser leído solo como un beneficio para el empleador sino que tiene que estar asociado también a un mejor bienestar de los trabajadores.
Transición justa implica que aquellos trabajadores que se reconviertan laboralmente sea con apoyo del empleador; aquellos que estén disponibles a asumir nuevas funciones, que lo puedan hacer pero que eso sea compensado por la vía económica y con condiciones óptimas de seguridad y salud en el trabajo. Y aquellos que no van a poder permanecer en sus puestos de trabajo, que la compensación no sea solo los mínimos legales que hoy existen sino que podamos ir a un paso más allá dándoles todas las garantías de protección.
En ese sentido, si uno mira lo que está ocurriendo en el caso del SIL, lo que ahí se ha señalado es que el sindicato está disponible a abordar un proceso de reconversión laboral, pero sobre la base de condiciones que no impliquen retroceso de derechos. Y al parecer, la respuesta que tenemos por parte del empleador, es una respuesta donde esas garantías no están puestas sobre la mesa.
Y ese déficit de garantías, es probablemente con el que nos vamos a encontrar en muchos y diversos procesos de Negociación Colectiva; algunos con la visibilidad que hoy tiene la huelga de Walmart; otros donde el impacto va a ser mucho menor, pero donde la tensión seguirá siendo la misma.
Qué es entonces lo relevante de esta huelga: Cuando este tránsito hacia nuevas forma de trabajo se hace con sindicatos fuertes y representativos, es un debate que efectivamente se hace en equilibrio. Y esa es una de las lecciones que como movimiento sindical tenemos que leer de este proceso: En la medida que tengamos organizaciones fuertes y poderosas, los empleadores no podrán imponer cualquier condición.
Si tenemos sindicatos débiles y atomizados negociando planes de automatización, es probable que los empleadores avancen en su objetivo de imponer polifuncionalidad y menoscabo laboral; cuestión que se está deteniendo en el caso de Walmart precisamente por la envergadura de este sindicato y la cantidad de trabajadores que están tras este proceso de Negociación colectiva.
Esa es la relevancia de la huelga de Líder-Walmart. No se trata solo de un debate país en torno cómo plasmar los procesos de automatización sino también cómo garantizamos que los trabajadores puedan contar con organizaciones sindicales fuertes que defiendan su gremio frente a estos nuevos fenómenos e impulsen la transición justa, donde por cierto debe haber mucha solidaridad pero también mucha consciencia de que esto es lo que se está jugando finalmente.
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