Comercio justo y con rostro humano

Hoy se celebra el día mundial del comercio justo y humano. Me enorgullece pensar que hoy la gente exige mucho más de marcas, productos y empresas.  Un ejemplo evidente es el comercio del cacao a nivel mundial, que conlleva historias de tristeza, de explotación y de esclavitud de niños y niñas en las naciones más pobres y marginales de África.

Son realidades que se abren al mundo y ya vivimos en sociedades en que la ciudadanía simplemente no acepta esta falta de ética y de responsabilidad social, por parte de empresarios. En este escenario, lo que nace como movimiento casi hippie hace 30 años atrás, el comercio justo o fair trade, hoy es parte de la familia o ecosistema de economías sociales o nuevas economías, que hoy florecen con fuerza y vigor y en que muchas empresas, organizaciones y emprendedores se comprometen, pues encuentran un sentido y propósito más allá que el mero beneficio económico. 

La búsqueda de impacto y aporte al bien común. El Comercio Justo es una forma de enfrentar las relaciones comerciales, en las que priman consideraciones de respeto, transparencia, diálogo, sostenibilidad y compromiso de largo plazo, en toda la cadena de producción.

Desde la preocupación por el origen de los insumos y su preservación, evitando la ganancia excesiva del intermediario, y abogando porque se respeten las condiciones laborales del grupo productor, así como las sociales, de entorno y de la comunidad donde se desenvuelve la organización.

Algo que las nuevas generaciones lo tienen en su ADN, el preguntar el origen del producto, cómo fue elaborado y su preocupación consciente y permanente de que no son meros consumidores de productos y de publicidad. Sabemos que al menos la mitad de habitantes entre los 36 y 45 años quiere saber del origen y forma de fabricación de los productos (“Estudio de Caracterización de Comercio Justo y Propensión a un Consumo Responsable y Consciente en Chile” de Minecon/ Proqualitas).

Esto es una consideración importante como foco de comercialización para productos de comercio justo, pero extrapolable a productos y servicios de otras expresiones de economía social solidaria. Por ende, empresas y organizaciones en estos esquemas podrían focalizar sus campañas más en estos segmentos, apuntando a un país más equitativo con prioridad hacía cadenas de valor sostenibles, en los procesos de producción y servicios, y  enfocadas a dignificar la condición de vida de la población general.

Actualmente existen más de 56 empresas y organizaciones acreditadas en comercio justo en Chile, hace 10 años no eran más de 15. Ellas son el ejemplo evidente de haber superado programas de responsabilidad social empresarial, por el comercio justo y otros esquemas de economías colaborativas, que realizan un aporte real y concreto en la población, adaptándose a las exigencias de una ciudadanía potente, denunciadora y activa, que pide valores e integridad tras una marca y de las empresas.

El modelo de comercio justo se transforma en una oportunidad real y cierta de salir de la pobreza, porque posibilita espacios de comercialización para muchas familias de productores, artesanos, agricultores, etc. No es caridad, sino un acto de justicia, como decía Nelson Mandela.

Mucho por hacer aún, pero vale la pena apostar al cambio de un esquema de consumismo a uno de respeto.

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