En los últimos años, el Gobierno ha hecho de la innovación uno de los ejes centrales de sus políticas de desarrollo económico. Una iniciativa creada en nuestro país que se ha convertido en una de las aceleradoras de emprendimientos más destacadas del mundo es el programa Start-Up Chile.
Este programa surgió con el objetivo de convertir al país en un referente en innovación y emprendimiento de América Latina, mediante la atracción de los mejores y más brillantes emprendedores de todo el mundo. En sus inicios, se les ofreció a empresarios innovadores y extranjeros un visado de residencia y una subvención no reembolsable para desarrollar sus proyectos en Chile.
La inspiración inicial del programa provino de la visión de intentar atraer a los estudiantes internacionales de programas de MBA estadounidenses, que muchas veces habían desarrollado proyectos de gran potencial, pero no lograban obtener visados para permanecer en Estados Unidos.
Este programa fue muy criticado en sus inicios - aún cuando desde la segunda edición en 2011 los emprendedores nacionales también son elegibles -, por estar destinado prioritariamente a emprendedores de origen extranjero. Sin embargo, con la inclusión posterior de emprendedores chilenos y del éxito de esta iniciativa las voces críticas, respecto de este tema, han ido disminuyendo.
En la fase piloto del programa Start-Up Chile iniciado en 2010, un total de 22 startups de 14 países fueron atraídos a nuestro país. Cada una de ellos, recibió una ayuda no reembolsable de US$ 40.000 y un visado temporal de un año para desarrollar sus negocios durante un período de al menos seis meses en Chile. A marzo de 2016, el número de startups creció exponencialmente, llegando a 1.309 empresas de 77 países.
Tras el éxito de esta fase, desde 2011, se lanzaron tres convocatorias anuales abiertas, para postulantes extranjeros y chilenos. Eso sí, se estableció como requisito que en el caso de los últimos sus proyectos debían estar basados en nuevas tecnologías y tener un alcance internacional.
En 2015, CORFO decidió reformar el programa y como resultado desde 2016 se ofrecen tres tipos de ayudas o subprogramas.
El programa original pasó a llamarse "Seed" y sigue funcionando de la misma manera, aunque el monto de la subvención disminuyó a US$ 30.000. En segundo lugar, se creó un nuevo subprograma llamado “Scale” dirigido a escalar startups que se encuentren en una etapa más madura. En particular, esta subvención ofrece US$ 100.000 adicionales al 1% de las mejores empresas que participan en el programa cada año.
Finalmente, se creó un subprograma llamado “S Factory” para emprendimientos en etapas más tempranas liderados por mujeres, que obtienen un financiamiento menor de US$ 14.500, así como servicios de apoyo adaptados a sus necesidades específicas.
El programa, sin duda alguna, está teniendo un efecto positivo en el crecimiento de las empresas y en la cultura emprendedora. Según cifras de Start-Up Chile en 2016, las empresas participantes de este programa declararon haber levantado a nivel mundial un capital de US$ 420 millones, el que es 10,6 veces superior a la inversión realizada por el gobierno chileno en el programa.
También, los datos revelaron que las ventas globales acumuladas desde el inicio del programa en 2010 han sido de US$ 276 millones y han generado 5.162 empleos a nivel mundial.
Sin embargo, la evaluación que realizó el programa también dio a conocer cifras poco alentadoras para nuestro país. Por ejemplo, ahora se sabe que poco más de la mitad de las startups participantes sobrevive; que de los empleos generados a nivel mundial, solo 1.562 fueron creados en Chile y del total de ventas acumuladas, sólo un 15% se realizaron en el mercado chileno.
Pese a que el programa Start-Up Chile ha tenido un enorme aporte sobre el ecosistema emprendedor, cultura emprendedora, diversidad e internacionalización, han aparecido voces críticas que lamentan la falta de resultados tangibles del impacto directo en el sistema productivo chileno.
Teniendo como base estos datos, el principal reto de Start-Up Chile hoy consiste en garantizar que una mayor parte de los emprendedores seleccionados permanezcan en el país tras la finalización del programa, ya que solo un 32% de las startups activas mantienen sus actividades aquí, para que de esa manera, se genere mayor empleo, ventas y crecimiento en Chile.
También, creo que es importante destacar que el programa ya tiene una maduración suficiente que le permita presentar resultados positivos y, al mismo tiempo, tangibles, sobre el ecosistema emprendedor e innovador en Chile.
Será interesante eso sí ver qué propuesta y evaluación de impacto tiene el programa en los próximos años, teniendo en cuenta que podría pasar a generar un categórico impacto económico en el país.
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