Cuando no todo es crecer

En una charla que participé para inaugurar el año académico de una universidad regional, me hicieron dos consultas que impulsan esta columna. ¿Qué tipo de emprendimientos hay? y ¿Por qué siempre se espera que las empresas deban crecer y crecer en el tiempo?

Sabemos que los emprendimientos se pueden clasificar según su naturaleza. Al menos podemos agruparlos en tres tipos. Dinámicos, buscan crecimiento y posterior rentabilidad; estilo de vida, su objetivo es alcanzar un equilibrio entre satisfacción de necesidades y calidad de vida y necesidad, están motivados por querer algún tipo de ingresos, muchas veces ante la falta de empleo.

Mucho se habla de los primeros y últimos, pero poco de los emprendimientos por estilo de vida, pese a que son muy importantes, tanto a nivel personal, como a nivel país.

¿Cuál es el perfil de los emprendedores por estilo de vida? Éstos pueden definirse como aquellos que establecen y gestionan un negocio focalizados en sus objetivos personales, económicos y sociales. Tienen una clara orientación a la familia y están motivados no solo en obtener altas rentabilidades y crecimiento de sus negocios, sino que en lograr un equilibrio entre trabajo, circunstancias personales y calidad de vida. Un aspecto importante que los caracteriza es que cuando reconocen que su calidad de vida se ve afectada, ellos mismos impiden que el negocio siga creciendo, aún cuando pierdan oportunidades de obtener más y más dinero.

Este tipo también se asocia mucho a emprendedores de regiones, particularmente de zonas de alta concentración turística y en ciertos sectores de actividad productiva, en la que crecer por crecer no es lo más importante. Un ejemplo son las empresas B.

He tenido la oportunidad de conocer varios casos de empresarios que desarrollaron negocios de hostales en San Pedro de Atacama. Me llamó mucho la atención que éstos, pese a tener posibilidades de crecimiento, no querían hacerlo.

¿Por qué no querían crecer? La respuesta de ellos es que tal crecimiento afectaría su calidad de vida y esos nuevos ingresos no los necesitaban.

Si bien es cierto que este tipo de emprendimiento no influye directamente en el crecimiento económico del país, sí genera una contribución fundamental en el capital social de la economía en general o de una determinada región, creando ambientes positivos y favoreciendo el desarrollo y bienestar a largo plazo de una comunidad. Esto desafía la forma tradicional de emprender en el sentido económico.

Por otro lado, estos emprendimientos destruyen la hipótesis en la que se señala que se debe crecer idealmente, desde la fundación de la empresa, a tasas de 20% a 30% anual. Es como la frase de algunos, que dice si no creces mueres, que es válida para quienes quieren potenciar emprendimientos dinámicos o de alto impacto. Sin embargo, no funciona para los emprendedores por estilo de vida, ya que éstos tienen la premisa, “si solo te dedicas a crecer morirás sin experiencias personales o familiares”. Ellos valoran lo que es importante: el tiempo.

Sería bueno que muchos programas públicos y privados de desarrollo emprendedor, más que potenciar la transición de emprendedores por necesidad a emprendedores dinámicos, trabajen en fortalecer los elementos que permitan tener más emprendedores por estilo de vida, los cuales requieren de herramientas y conocimientos totalmente distintos de aquellos que buscan crecimiento y rentabilidad.

De lo contrario, seguiremos con las altas tasas de mortalidad de nuestros nuevos negocios, lo que provoca un círculo vicioso de creación y fracaso de emprendimientos, así como una mala reputación e incertidumbre, respecto a las capacidades de negocio de nuestro país.

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