Muchas veces hemos escuchado que la creación y el aumento de nuevos negocios, especialmente aquellos de rápido crecimiento, como son las empresas dinámicas, es un proceso complejo, en el que se presentan importantes barreras para los emprendedores.
Entre ellas, se encuentran tres factores que limitan el crecimiento y desarrollo de todo el potencial empresarial.
1) Limitada disponibilidad de fuentes financieras diseñadas para cada etapa del desarrollo del negocio.
2) La falta de conocimientos administrativos, tributarios, legales o financieros, que permiten administrar eficientemente cualquier emprendimiento.
3) El complicado acceso a redes, especialmente aquellos de alto valor agregado, que pueden dar servicios de apoyo empresarial.
Según hemos podido constatar en algunos estudios de la realidad de países desarrollados, su mayor dinamismo y crecimiento económico ha permitido generar instrumentos que intentan dar solución a problemáticas generales, y no sólo a temas particulares, en relación a las barreras anteriormente señaladas.
Esto quiere decir que no sólo es necesaria la entrega de recursos financieros a los emprendedores, sino que también es de vital importancia brindar apoyo, respecto de los servicios empresariales y el acceso a redes de contacto que estas entidades requieren. Lo último puede ser una de las cosas más difíciles de entregar a los emprendedores.
A nivel general, en relación al primer punto, creo que no resulta tan complicado para el Estado generar acceso económico a emprendedores, utilizando algún tipo de instrumento, tales como fondos concursables (tipo capital semilla), becas, préstamos preferenciales, créditos con aval del Estado, entre otros.
En el caso de nuestra economía, si bien no existe una carencia en el número, sofisticación y diversificación de los servicios de apoyo financiero a emprendedores, puesto que existen bastantes instrumentos, pese a que siempre se puede avanzar en incorporar nuevas fuentes de ayuda financiera, sí existen limitaciones en el nivel de atención y control de los intermediarios, en relación a los servicios administrativos y legales que entregan a emprendedores.
En este caso, el Estado, particularmente sus instituciones o agencias de desarrollo económico, requieren de la ayuda de intermediarios, tales como incubadoras, patrocinadores, aceleradoras de negocios, entre otras, que son actores muy relevantes en el sistema emprendedor.
Estos intermediarios tendrían un impacto directo en el logro del potencial de crecimiento de los emprendimientos, si apoyaran a los dueños y dueñas de nuevos negocios en la entrega de aquellos elementos no financieros que éstos necesitan.
¿Qué tanta atención se les da a la calidad de estos intermediarios?, ¿cómo se controla que tengan objetivos de negocio alineados con los de apoyo a los emprendedores?, ¿tendrán objetivos e intereses distintos a los que busca el Estado y sus programas? y ¿serán distintos los objetivos de intermediarios y emprendedores?
Estas interrogantes dan cuenta del típico problema que se origina entre ambos actores cuando se genera un vínculo entre ellos, tal como es la firma de un contrato. En ellos, siempre existe la delegación de una función y una asimetría de información, en la que el intermediario no conoce el real esfuerzo que efectúa el agente emprendedor.
Nuestras agencias de desarrollo económico debiesen atender no sólo a la creación de programas públicos de soporte productivo, sino que también a esquemas de contratos con los intermediarios, que aseguren la congruencia de objetivos entre Estado, beneficiarios y sus intermediarios.
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