En Chile y en el mundo, cada día nacen cientos de emprendimientos. Ideas que surgen de la creatividad, de la necesidad, del sueño de independencia o del compromiso con la comunidad. Sin embargo, la evidencia es clara: gran parte de ellos no logra sostenerse con posterioridad a los primeros años. ¿La razón? Más allá de la falta de financiamiento o del exceso de competencia, el talón de Aquiles está en un punto que parece técnico, pero que es profundamente estratégico: la gestión de los costos.
No se trata solo de sumar y restar. Gestionar los costos es comprender de qué depende la viabilidad de un negocio, cómo se definen los precios, cómo se protege el margen de rentabilidad y, sobre todo, cómo se asegura la supervivencia en escenarios de incertidumbre. Es la diferencia entre un emprendimiento que brilla fugazmente y uno que logra consolidarse en el tiempo.
El problema es que muchos emprendedores -y aquí está la alarma- avanzan con gran energía, pero con poca claridad sobre sus números. Ignoran el peso de los costos fijos, desconocen el impacto de los costos variables y muchas veces no saben calcular su punto de equilibrio. Y cuando la realidad golpea, no hay sueño que aguante.
Frente a esto, la academia no puede permanecer indiferente. Y aquí emerge una metodología que está aportando a la educación superior y, al mismo tiempo, generando un impacto directo en la sociedad: el Aprendizaje + Servicio (A+S). ¿En qué consiste? En vez de limitar el trabajo de los estudiantes a ejercicios de cuaderno, estos trabajan con emprendedores reales, diagnosticando sus estructuras de costos, diseñando planillas de control, proyectando escenarios y entregando herramientas que marcan un antes y un después en la vida de esos negocios.
El resultado es doblemente virtuoso. Los estudiantes desarrollan competencias técnicas y sociales, enfrentando problemas reales y aprendiendo a comunicar soluciones en un lenguaje claro y accesible. Y los emprendedores reciben un apoyo que difícilmente podrían costear en el mercado. Se trata, ni más ni menos, que de una transferencia de conocimiento con rostro humano.
Lo relevante de esta metodología es que, lejos de ser un ejercicio académico, se convierte en una palanca de transformación. Hemos visto cómo pequeños negocios familiares logran estabilizarse, cómo emprendedoras que partieron con un taller casero ahora pueden proyectar su crecimiento, y cómo jóvenes universitarios descubren que lo que aprenden en sus clases puede cambiar realidades concretas.
Chile no puede seguir viendo la gestión de costos como un asunto secundario. Es urgente instalar este proceso en el corazón de la cultura emprendedora. Porque sin control de costos, no hay futuro. Con herramientas claras y acompañamiento académico, los sueños pueden transformarse en empresas sostenibles, generadoras de empleo y motor de desarrollo local.
El Aprendizaje + Servicio nos muestra que es posible un círculo virtuoso: la universidad al servicio de la comunidad y la comunidad enriqueciendo la formación de profesionales comprometidos. En este escenario, los costos dejan de ser un simple cálculo contable y se transforman en una brújula para la sostenibilidad. En tiempos de incertidumbre, esto no es un lujo. Es la clave para que el emprendimiento no muera en la orilla, sino que cruce el río con fuerza y visión de futuro.
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