Imacec versus Mercado Persa

Jaime Maldonado
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Hay que ir frecuentemente al Mercado Persa para darse cuenta que, cuanto más boyante están las familias chilenas, más pequeño es. Por el contrario, cuando la cosa va mal, ese mercado informal, tan típico de nuestro pueblo, se expande en forma considerable. 

A principios de este año, el Imacec experimentó un aumento del 2,2% y el Imacec Minero creció un 3,1%.

¿Estos números significan algo para la familia chilena?

¿Quiere decir que es bueno que el Imacec crezca permanentemente?

Por ejemplo, si se instalara una central termoeléctrica cada mes, el Imacec se elevaría muchísimo; sin embargo ¿sería como para alegrarse o para pensar que va a haber un desastre?

Hay que notar que la demolición de un edificio también produciría crecimiento económico, lo cual resulta ser muy absurdo.

¿En efecto, en qué puede ayudar una demolición al bienestar familiar? 

Las empresas todos los días están enfrentadas al dilema de tener que pagar la menor cantidad de impuestos con el fin de ganar más; pero a su vez, esto implicaría gastar lo más que se pueda.

Parecerá muy raro, pero si las empresas no gastaran los beneficios que reportan sus ventas de bienes y servicios,  entonces estarían obligadas a pagar más impuestos; eso es lógico.

Así también, una demolición produce un gasto y la compra de un terreno en Chuchunco, aunque quede inmovilizado, aumentará sus inversiones. 

El incremento de la inversión incrementará la economía, el empresario obtendrá más utilidades y crecerá su patrimonio, pero el ciudadano de a pié quedará con los mismos problemas “económicos” de siempre. 

Vale entonces preguntarse acerca de qué diantres crece cuando la economía crece y por supuesto, podrá resultar perturbador descubrir que las familias no experimentarán ningún crecimiento, no importando qué tanto pueda crecer el Imacec o el Ipsa.

Digamos algo así como que, su satisfacción en el diario vivir, las hará sentirse más cómodas y con menos sufrimientos; con una mejor calidad de vida o con más tiempo para disfrutar de las pequeñas satisfacciones que provee la sana convivencia, el amor y el ejercicio de las buenas costumbres. 

Por el contrario, puede ocurrir (y así ha sido por mucho tiempo), que el malestar familiar, las carencias y privaciones, obligan a sus integrantes a buscar nuevos medios de solución y muchos optarán por vender sus pertenencias como productos usados o se dedicarán, con gran esfuerzo físico, a elaborar productos de bajo precio, pero apetecidos por la población en general, como empanadas, pequeños muebles, jugos naturales o CDs pirateados.

Por consiguiente, independiente de los indicadores económicos, el malestar de las familias se refleja con mucha precisión en la magnitud del mercado informal, aquél que se aprecia muy nítidamente si uno se fija en el tamaño del Mercado Persa Bío-Bío de Santiago, por ejemplo.

Sin embargo, los economistas no muestran interés en investigarlo, porque a ellos les interesa más el crecimiento industrial que el crecimiento familiar. 

Se podría hacer el ejercicio, tal vez nada de ocioso, de medir la cantidad de puestos en la cuneta, digamos al mediodía del primer domingo de cada mes. La experiencia muestra que indefectiblemente cuando las cosas van mal para las familias, es decir, cuando sus ingresos son más precarios, entonces crece el tamaño de los puestos en la cuneta. 

Pero este indicador, que podríamos denominar Índice Mercado Persa no necesariamente coincidirá con el Imacec o el Ipsa. 

Si algún día todos estos indicadores llegaran a ir a la par, es decir, que crecieran las empresas al mismo tiempo que crece la satisfacción familiar, ese tiempo llegaría a ser el período más memorable en la historia de la economía y la convivencia de nuestro país.

Poco nos va a importar si llegamos a ser un país desarrollado o no, porque la satisfacción de una familia puede valer más que mil empresas.

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