Para nadie es un misterio que en Chile estamos viviendo un boom en innovación y emprendimiento. Y es que son muchas las organizaciones públicas y privadas que, a través de diversos mecanismos e iniciativas, trabajan para apoyar a micro emprendedores, levantar capital para startups, activación de redes y ecosistemas, desarrollo de programas de innovación, entre otras valorables acciones.
Hablamos de entidades y personas generosas que han donado recursos y tiempo para empujar el desarrollo empresarial del país. Lo anterior, sin duda, es motivo de alegría y orgullo y para quienes somos parte de estas organizaciones o iniciativas, sabemos por experiencia personal, cómo contribuir a este crecimiento.
¿Pero tenemos certeza de cuál es el impacto real que tienen este tipo de iniciativas en los empresarios? Una pregunta que nos lleva a hacer una reflexión más global y que nos plantea desafíos y mejoras para proyectarlas a futuro.
Los dos principales indicadores que tenemos a la mano a nivel nacional no son buenos, a saber, crecimiento económico y productividad. Ambos íntimamente relacionados y gravemente estancados en los últimos 10 años. Podríamos discutir ampliamente si la productividad está bien medida o no, pero comparando la misma vara, la foto es mala, y con todo lo que se ha invertido en los últimos años en emprendimiento, innovación y capacitación, el resultado nos obliga a reflexionar.
¿Qué está pasando? ¿Por qué todo este gran esfuerzo, que la gran mayoría valora, no está logrando mover las agujas después de un tiempo considerable?
Son múltiples los factores que asoman en este análisis. El primero de ellos es la superficialidad en los procesos de formación y acompañamiento. Muchas veces, por razones comunicacionales o de posicionamiento de marca, se prioriza impactar a "cientos de miles" de emprendedores o profesionales, por sobre la calidad de esa formación y entrega de herramientas. De esta manera, uno puede encontrarse con programas de innovación y/o de apoyo al emprendimiento que tienen más bien un rol de relaciones públicas.
Y si bien el estándar está mejorando, aún subyacen vacíos y diferencias importantes en materia de formación y acompañamiento a emprendedores/as. No es fácil encontrar programas bien calificados, por lo cual resulta urgente evaluar cuál es el retorno de lo invertido en servicios como Sence.
Otra de las causales que podemos advertir es el llamado trabajo en silos, una dinámica que se da en todos los niveles. Al interior de grandes empresas u organizaciones, entre organizaciones similares e incluso, entre centros de negocio o municipalidades de una misma provincia o región. ¿El resultado? Políticas o programas duplicados que diluyen su impacto.
Finalmente nos encontramos con una falta de evaluaciones de impacto, principalmente porque una buena evaluación es muy costosa, ya que involucra en la mayoría de los casos, un grupo de control.
Con todo esto, podemos concluir que aún hay queda mucho por hacer y en donde la colaboración resulta clave para dar respuesta a las necesidades de los empresarios y empresarias de este país. El músculo está instalado y son muchas las organizaciones e iniciativas que están operando para ser parte de grandes transformaciones en la industria. El llamado es a asumir compromisos concretos y fortalecer los procesos de formación y acompañamiento a las pymes, definidas como el motor de la economía.
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